El 13 de enero de 1984 los españoles conocían por primera vez el Peugeot 205, modelo que a la postre, se convertiría en el creador de una exitosa familia, la 200, que proseguiría con los 206, 206+, 207 y actualmente se mantiene con el Peugeot 208. Una saga que forma parte del imaginario colectivo de los amantes de la gasolina. Con credenciales como estos y teniendo en cuenta que los todacaminos parecen ser más voraces que el propio Thanos (el malo malísimo de Vengadores: Infiniti War), resulta complicado hablar del éxito de cualquier coche que no sea un SUV.
Ahora bien, como dicen, las estadísticas están para romperlas y aunque Peugeot tiene las miras puestas en estas tres letras (a los (prueba) 3008 y 5008 se le une ahora la nueva generación del 2008 y las variantes híbridas enchufables del primero), la firma del león ha lanzado un órdago en forma de utilitario: el nuevo 208.
La segunda generación de su best-seller llega con un doble objetivo: reducir el auge de los SUV y, más importante, derrocar de una vez por todas al SEAT Ibiza (prueba FR 1.5 TSI EVO 150 CV) del liderato del segmento B. Acciones que a priori no le serán fáciles; primero, por la dependencia que han generado dichas siglas y, segundo, porque la competencia dentro de su categoría es cada vez más dura como demuestran las últimas entregas del propio Ibiza, del Ford Fiesta (prueba ST-Line 5p 1.0 EcoBoost 140 CV), del Renault Clio (prueba del RS Line 1.3 TCe 130 EDC7), Toyota Yaris u Opel Corsa, sin olvidarnos de los Citroën C3, Hyundai i20, Skoda Fabia, Volkswagen Polo, KIA Rio o Mazda2.
Todo un gira-cuellos
Para hacer frente a esta decena de contrincantes (hay más), el Peugeot 208 ha puesto casi todos los huevos en una misma cesta: la del diseño. Tal es así que durante la semana de pruebas no miento si digo que he perdido la cuenta de las veces que he visto a una persona girar el cuello a mi paso e incluso, en una ocasión, un padre se reía mientras le decía su hijo “¡mira, si ha salido directamente de la dársena!”, dado que mi unidad era idéntica a la que Peugeot muestra en su campaña publicitaria.
Parte de esa seducción visual se debe, sin lugar a dudas, al lucimiento del acabado más deportivo de la gama, el GT Line, que eleva un punto su atractivo gracias a ciertos rasgos que evoca al mítico Peugeot 205 GTI, como son unos pasos de rueda sobredimensionados y protegidos por una tira negra lacada o el logo GT Line situado en el pilar C.
A ello se suman otros detalles que confeccionan la personalidad de este Peugeot 208: parilla ancha y con un tramado cromado, el logo delantero situado en la parte inicial del capó (reminiscencia del Peugeot 504 -prueba-), luces diurna en forma de dientes de morsa, llantas hasta de 17 pulgadas, una línea de cintura alta o la sugerente moldura negra que cruza el portón (a medio camino entre la que emplea el 3008 y la que lucía el 205 GTI) y que se oculta directamente en unos pilotos traseros tridimensionales con forma de garra. Un difusor más grande pintado en negro con dos salidas de escape o un pequeño alerón situado sobre el portón rematan el que es, sin duda, uno de los diseños más pintones de los últimos tiempos.
El virtual cockpit se vuelve 3D
El habitáculo, por su parte, genera controversia, no tanto quizá por el diseño sino por el mantenimiento del Peugeot i-Cockpit compuesto por un volante de pequeñas dimensiones, un cuadro de instrumentos situado en posición elevada y una pantalla central táctil que aglutina buena parte de las funciones. A mí personalmente es una disposición que siempre me ha gustado, al menos la parte concerniente al volante y cuadro, el cual en este Peugeot 208 evoluciona y no solo achata la parte superior del volante, sino que la instrumentación se vuelve digital… ¡y 3D! Según Peugeot, esta última característica aumenta la rapidez de respuesta del conductor ante las visualizaciones.
No digo que no, ni mucho menos, pero podrían haberse aplicado el cuento y ofrecer una transición entre menús igual de rápida. Con lo vistoso, llamativo y funcional que luce, llega a ser casi desesperante lo mucho que tarda en pasar, por ejemplo, del navegador a los cuadrantes o en elegirse el programa de conducción.
Puestos a seguir hablando de cosas negativas del puesto de conducción (y así nos las quitamos todas de golpe), decir que la pantalla central sigue aglutinando funciones como el clima. Solución que ayuda a reducir la cantidad de botones y pantallas, sí, pero que es poco práctica si queremos cambiarla en marcha, pues nos obligará a apartar la mirada demasiado tiempo de la carretera.
Por lo demás, buenas, buenísimas palabras en lo que a diseño (los botones centrales al estilo teclas de piano le aportan una estética súper elegante) y calidad de construcción se refiere. En este último aspecto, el Peugeot 208 ha dado varios pasos al frente empleando materiales de corte más blando y utilizando molduras más vistosas como el tramado de la zona del copiloto (en otro orden dejamos el piano black de algunos detalles). En cuestión tecnológicas también avanza, pues no solo cuenta con sincronización móvil mediante Apple CarPlay sino que hace gala de un cargador inductivo oculto en la consola central.
Alma de urbano
Otro aspecto a destacar es el excelente agarre que proporcionan los asientos delanteros. De corte deportivo gracias al nivel equipado, sujetan nuestro contorno con suma facilidad evitando que nos movamos al circular por zonas sinuosas. La visibilidad es buena y aunque alguno seguirá viendo la colocación del cuadro de instrumentos como algo incómodo, lo cierto es que un servidor encontró a la primera la postura (cierto es que el volante va quizá un poco bajo, pero no incomoda).
Capítulo aparte merecen las plazas traseras. Nos han sorprendido, pero para mal. Somos conscientes de que sus dimensiones exteriores son muy compactas, pero también las de sus principales rivales, quienes le superan claramente en distancia entre ejes (2,54 mide la del Peugeot 208).
Esto repercute directamente en un espacio para las rodillas estrecho que, en el caso de un adulto de mis 1,80 metros de estatura, implica que únicamente le sobren unos 5 cm de espacio. Algo parecido ocurre tanto con la anchura (como en el resto, dos personas irán mejor que tres) como en la altura, con menos de dos dedos de separación entre mi coronilla y el techo.
El maletero tampoco sale demasiado bien parado y para obtener su capacidad máxima deberemos prescindir de la rueda de repuesto. Incluso con esas, los 309 litros que cubica no le colocan como el más capaz, al estar claramente superado por el Ibiza, el Clio, el Fabia, el Rio, el Polo o el i20. Si decidimos montar la rueda, la capacidad se reduce hasta únicamente los 265 litros, dejándole casi en el vagón de cola de la categoría. Al menos las formas son los suficientemente regulares como parar que además no tengamos que estar rompiéndonos la cabeza en la organización del equipaje.
Divertido, no cabe duda
La nueva plataforma sobre la que se sostiene CMP no solo está pensada para soportar la electrificación (por 29.600 € aparece el nuevo e-208 con 136 CV y 350 km de autonomía) le confiere una mayor estabilidad y un mayor aplomo. Quizá no sea bueno tener aún en la cabeza las sensaciones que nos dejó la prueba del Pegueot 208 GTI 30th, situado en la cúspide no solo de su familia sino casi de su gama, pues esta nueva entrega no consigue mejorarlas en lo que a conducción deportiva se refiere.
Lejos de parecer una desventaja, la realidad es que este nuevo 208 se ha vuelto más agradable e intuitivo en el resto de contextos que a la postre serán los más empleados por quienes se pongan a sus mandos. Confortable en lo que a suspensiones se refiere, la carrocería apenas emite balanceos, mientras que la dirección, aunque le falta un punto más para ser perfecta, guía con bastante precisión los 4,05 metros de utilitario. Un cóctel que nos invita a ir casi siempre por carreteras secundarias, sacando el máximo partido a un chasis que nos hará disfrutar.
Todo ello sin obviar el excelente trabajo en materia de seguridad llevada a cabo por Peugeot, pues el 208 incorpora un amplio listado de asistentes y ayudas que harán que la conducción sea todavía más efectiva y segura. Entre algunos de los más destacados: el control de velocidad de crucero adaptativo con función Stop&Go, asistente de frenada con detección de peatones, ciclistas y función nocturna, lectura de señales de tráfico o el asistente de mantenimiento activo de carril. En el aspecto negativo, quizá la efectividad de los frenos, venida a menos cuando se realiza una conducción más exhaustiva.
Un motor de nicho, pero recomendable
Un sobresaliente compendio dinámico que no sería lo que es si no estuviera acompañado de un motor tan solvente como el PureTech 130 CV asociado a la transmisión automática EAT8. Somos conscientes de que el grueso de ventas irá a parar probablemente al PureTech anterior, el de 100 CV acoplado a la caja manual de seis relaciones, pero también es cierto que en modelos como el Peugeot 508 (prueba del BlueHDi 160 GT Line), 3008 o 5008, la mayoría de pedidos corresponde, muchas veces, con los motores y niveles de terminación más altos así que ¿por qué no iba a pasar lo mismo en este 208?
Quienes opten por dicho bloque se llevan un motor ultracontrastado, no solo en lo que a construcción y fiabilidad se refiere, sino incluso con dicha cifra de potencia. Los 130 CV son perfectos para sacar todo el jugo del vehículo, sobre todo si optamos por conectar el modo Sport, dotándole de más nervio en la zona baja del cuentarrevoluciones y permitiendo alargar algo más la aguja. La caja de cambios EAT8 ofrece un funcionamiento exquisito en su modo automático, siendo incluso innecesario hacer uso de las levas situadas tras el volante ya que es extremadamente rápida en las transiciones y tampoco permite una retención mayor cuando vamos en modo secuencial.
En lo que respecta al consumo, cifras dispares en función del programa seleccionado. Haciendo un uso intensivo del comentado programa Sport, el gasto no bajará de los 8,5 l/100 km, mientras que con el modo Eco activado y realizando una conducción bastante sosegada, podemos ver valores cercanos a los 6 l/100 km. En nuestra prueba y haciendo un uso cotidiano, combinando mucha autopista, carretera secundaria y algo menos de ciudad y variando los diferentes modos, el dato medio obtenido fue de 7,1 l/100 km que, visto lo visto, nos parece más que aceptable.
Antes de llegar al final lo único que nos queda comprobar es si el Peugeot 208 PureTech 130 EAT8 de la prueba, el GT Line, acabará siendo un nivel recomendable. Quien vea el precio de partida, 22.600 €, quizá se eche atrás a la primera, pero lo cierto es que con todo lo que trae de serie en equipamiento (incluyendo el ámbito de la seguridad) y, sobre todo, con el valor añadido estético que le aporta, yo no lo dudaría ni un segundo..., incluso pese a que nuestra unidad, con todos los extras, se iba a una tarifa de 26.000 €.
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Por tanto y como conclusión final, tras esta exhaustiva prueba uno solo puede llegar a la conclusión de que el nuevo Peugeot 208 no solo ha llegado para cautivar sino también para recuperar el cetro de mando de un segmento, el B, que sigue aguantando con compostura el tirón.
A destacar | A mejorar |
Diseño exterior | Espacio en plazas traseras y maletero |
Dinámica y motor | Lentitud menús cuadro de instrumentos |
Evolución positiva del i-Cockpit | Precio algo elevado con opciones |