Esta nueva filosofía evolutiva también se aplica a los deportivos. Cada vez son menos los que equipan grandes motores atmosféricos y pocas son las marcas que se resisten a caer bajo el hechizo de los turbos. Muchos de los modelos presentes en esta lista serán sustituidos por una nueva generación de motores turbo, los cuales en muchos casos, ya están disponibles en otros modelos de la misma marca. Pero parece que algunos pequeños y grandes deportivos se mantienen fieles a sus orígenes, por lo que es deducible que tendremos deportivos atmosféricos unos años más.
El Mazda MX-5 es uno de los ejemplos más claros de lo que es hacer las cosas auténticas, porque cuando una fórmula funciona, ¿para qué cambiarla?. La nueva generación, que llegará pronto a los mercados, sigue manteniendo el espíritu del primer roadster de Mazda: peso contenido, motor atmosférico, propulsión trasera y transmisión manual.

El Subaru BRZ y el Toyota GT 86 llegaron al mercado como una opción para los amantes de lo básico, de las raíces de la automoción. Su motor de 2,0 litros y aspiración natural está controlado por una caja de cambios manual que envía los 200 CV que genera directos a las ruedas traseras. Muchos han demandado una versión de altas prestaciones, que parece no llegar, al igual que una segunda generación. Los rumores apuntan a que no existirá una actualización de los modelos asiáticos.

El gigante coupé de Hyundai, con su motor V6 de 3,8 litros es de los pocos modelos que mantienen esta configuración, aunque es cierto que cuenta con una variante de cuatro cilindros 2.0 con turbocargador. Existen teorías de que el Hyundai Genesis Coupé podría conseguir un bloque V8 atmosférico en el futuro.
El caso del Nissan 370Z es algo diferente. Su bloque V6 de aspiración natural se desconoce si seguirá operando en la nueva generación, la cual no tiene fecha de llegada. Si se basa en su hermano mayor, el Nissan GT-R, los días como deportivo atmosférico podrían llegar a su fin para el Z.

Cruzamos el Pacífico y llegamos al territorio de los salvajes muscle car. La tradición es uno de los fundamentos principales de la automoción americana. Grandes motores V8, propulsión trasera y una caja de cambios manual para destrozar los neumáticos sobre el asfalto. Aunque la relación de los muscle car con los motores sobrealimentados está a la orden del día, como el propulsor Ecoboost de Ford en el nuevo Mustang, parece ser que los grandes bloques atmosféricos están asegurados durante unos años más.
En Estados Unidos contamos con el Ford Mustang y su homónimo en Chevrolet, el Camaro. Los Dodge Charger y Challenger SRT Hellcat, llamados a convertirse en los muscle car más potentes jamás fabricados, y un más modesto Chrysler 300 SRT8. El icónico Chevrolet Corvette, en su séptima generación, puede acabar diciendo adiós a los motores de aspiración natural, mientras que el Dodge Viper y su bloque V10 podría verse sustituido por un potente V8 sobrealimentado de origen Chrysler.

El sector de los sedanes deportivos probablemente sea uno de los que más ha cambiado de rumbo en los últimos años. La tendencia por la sobrealimentación está presente en la gran mayoría de modelos y son pocos los que se mantienen fieles a la aspiración natural. Éste es el caso de Lexus que recientemente ha presentado el coupé RC F y la berlina GS F, ambos con bloques V8 de 5.0 litros.
Sin embargo, el Mercedes-Benz C63 AMG ha visto como se añadía el turbo y se perdían centímetros cúbicos del orgulloso motor que le daba nombre, mientras que el Audi RS5 tal vez esté contando los días que restan para heredar el motor V8 TFSI de 4.0 litros biturbo que equipan el RS6 y el RS7.

Para los biplaza, la historia se repite. La amenaza del turbo está presente tras cada esquina y cada generación. Si nos centramos en Porsche, el 911 cuenta con poderosos motores turboalimentados, por lo que el Cayman, que acaba de vivirlo en primera persona con la llegada del Cayman GT4, y el Boxter acabarán disponiendo de motores turbo. El Maserati Gran Turismo podría heredar el V8 del Quattroporte, o simplemente adoptar un turbo para su V6.

El Audi R8, que acaba de hacer su debut en el Salón de Ginebra, mantiene el V10 atmosférico de la primera generación, pero con un leves ajustes para incrementar su potencia. El caso de Aston Martin parece ser el mismo. La firma británica acaba de actualizar sus enormes bloques V12, por lo que cabe esperar que se comercialicen durante algunos años más. El caso del V8 parece ser diferente, ya que se especula que podría ser sustituido por el bloque de 4,0 litros del Mercedes-AMG GT.
Y llegamos a los puristas Ferrari y Lamborghini. El caso del primero parece ser que se unen a la tendencia de la sobrealimentación, la cual ya estrenaron con el F40 y el California, y llega de nuevo con el sustituto del 458 Italia, el Ferrari 488 GTB. Pero su estrella, el LaFerrari, dispone de un bloque V12 atmosférico el cual está acompañado de un propulsor eléctrico que proporciona el par suficiente para igualar las prestaciones de los motores sobrealimentados. Le escoltan el F12berlinetta y el FF, ambos con el V12 de 6.232 cc y aspiración natural.

Para Lamborghini, el V12 del Aventador, y el V10 del Huracán son firmes candidatos a seguir entre sus motorizaciones preferentes. El intento por evitar la sobrealimentación se ve reflejado en el Lamborghini Asterión, que recurre a la hibridación, al igual que Ferrari y el último de los híbridos que no cuenta con turbo para su motor de combustión, el Porsche 918.
En definitiva, no son pocos los modelos que siguen manteniendo la aspiración natural frente a la sobrealimentada, pero muchos de ellos están amenazados por rumores que apuntan a generaciones futuras con motores turbo. El mercado estadounidense parece firme en su uso de estos motores tradicionales, al igual que los más puristas como Lamborghini. Cabe esperar su completa desaparición en un futuro, pero confiamos en que aguarden unos años más, al menos para que los adictos a las sensaciones de los motores atmosféricos se convenzan del final inevitable.
Fuente: Jalopnik