No os voy a mentir. Esta profesión requiere sufrimiento, algún que otro desencanto y trabajo a destajo; pero igualmente está repleta de momentos únicos: como ser ‘dueño’ durante unos días de un vehículo tan especial como el Audi R8 Coupé V10 performance que protagoniza esta prueba. Sin querer hacer de abuelo cebolleta, todavía recuerdo la primera vez que el Audi más salvaje jamás fabricado y un servidor cruzaron sus caminos. Fue en 2012 en el circuito de Misano (hoy en día rebautizado como Misano World Circuit Marco Simoncelli), aprovechando la actualización del modelo original, el cual, a día de hoy todavía está en mi lista de pendientes.
Desde ese instante, la relación entre ambos ha sido estrecha y he tenido la suerte de poder ponerme a los mandos de todos y cada uno de los R8 que han ido produciéndose, incluyendo el RWS que inicialmente surgió como edición especial limitada y que en esta nueva entrega ya ha entrado a formar parte de la familia R8.
Un V10 que vuelve a evolucionar
Un affaire que siempre ha estado ligado al V10 atmosférico de 5.2 litros (me perdí ese V8 de 420 CV con el que empezó), el cual tiene todos los argumentos para entrar en los anales de la historia, tanto por exquisitez como por cercana extinción (más aún con las nuevas normativas anticontaminación).
Un bloque de aluminio que parecía difícil de mejorar pero que nos vuelve a demostrar que aún tiene varios ases guardados en la manga y que pone sobre la mesa en forma de 10 CV y 20 Nm adicionales sobre el anterior R8 Coupé V10 plus, alcanzando ahora la estratosférica cifra de 620 CV y 580 Nm. Ganancia que se consigue, entre otros, optimizando el sistema de inyección doble (directa e indirecta) y modificando los colectores de admisión, culata y válvulas de admisión (ahora de titanio).
Su sistema de escape es completamente nuevo y en él se incorpora un filtro de partículas que, además de hacerle cumplir con la normativa de emisiones, provoca que pierda una de sus grandes señas de identidad: la sonoridad. Este V10 mantiene la melodía típica de un bloque atmosférico, pero ahora es algo más tenue que antes, reduciendo casi a la mínima expresión los petardazos de su predecesor cuando estiramos la aguja hasta una zona roja que ha pasado de las 8.250 a las 8.750 rpm.
Al menos nos queda el consuelo, que no es para nada banal, de comprobar la facilidad con la que el indicador digital coloca la aguja en dicho régimen. Pero es que este R8 Coupé V10 performance entrega toda su potencia a las 7.900 rpm (antes 7.800), dejándonos claro que le encanta ir ‘subido de vueltas’.
El viaje se hace corto
Sus deseos son los nuestros. Con todos los parámetros colocados en configuración más deportiva, es decir, activando el modo Performance (mediante el comando del volante señalizado con la banderita a cuadros) y colocando la palanca en su posición manual, nos bastan 3,1 segundos para darnos cuenta de lo que nos tiene preparado este R8 Coupé V10 performance.
Ese es el tiempo que tarda el deportivo de Ingolstadt en alcanzar los 100 km/h desde parado, convirtiéndole en el Audi de producción más rápido de la historia. Si siguiéramos acelerando, veríamos los 200 km/h en 9,8 segundos y si continuáramos con el gas a fondo sin contemplaciones ni limitaciones, podríamos llegar a alcanzar los 331 km/h de velocidad punta que homologa y que le hacen ser ¡más veloz que un AVE!
Pero este Audi R8 Coupé V10 performance no solo es rápido en línea recta. En curva demuestra su renovada casta. Si antes resultaba ser un coche preciso, con los nuevos ajustes llevados a cabo por Audi Sport, consigue superarse. La puesta a punto del chasis se ha modificado de tal manera que no parece una actualización, sino un vehículo completamente nuevo.
Suspensiones más firmes, dirección más rápida y directa (poco más de 2 vueltas entre topes) que nos inscribe en el vértice al mínimo toque de volante, barra estabilizadora delantera fabricada con capas de CFRP (polímero reforzado con fibra de carbono) heredada de la competición o un equipo de frenos potentísimo que alcanza su máxima expresión sumando los discos carbocerámicos de nuestra unidad.
De conductor a piloto
Un compendio de elementos enfocados a sacar el máximo rendimiento tanto dentro del circuito (donde por desgracia no pudimos probarlo durante la semana de prueba), como sobre todo por carretera abierta. No obstante, una de las peculiaridades de todos los R8 fabricados hasta ahora es que resultan ‘sencillos de conducir’.
Entiéndeme. Sí, llevamos 620 CV justo tras la nuca pero la manera en la que se transmiten al asfalto apenas nos ponen en aprietos. La tracción total quattro tiene mucho que ver, concediéndole un agarre sensacional y aunque prioriza en mayor medida el eje trasero, si sobrepasamos el límite establecido ahí tendremos el eje delantero para evitar sustos.
No hay que olvidar su pedigrí, ni mucho menos, pero en comparación con otros deportivos alemanes, como el (prueba) Mercedes-AMG GT R, la exigencia es menor. Ello no implica que no podamos marcarnos alguna que otra derrapada, pero la sensación general es la de control, sin aspavientos ni malas intenciones. Resumiendo, este R8 Coupé V10 performance no es que nos lo ponga fácil, es que va literalmente sobre raíles.
¿Coche de diario? ¡Por qué no!
Su buen hacer y su docilidad general, ojo con intentar no cabrearle demasiado, le convierten incluso en el perfecto compañero para el día a día. Cierto, resulta paradójico hablar de un vehículo que parte de los 222.770 € como si fuera un (prueba) A3 Sportback, pero más allá del desentone proporcionado por su silueta (que analizamos más adelante), no es para nada descabellado pensar en él como nuestro coche de a diario.
Basta seleccionar el modo Comfort del Audi drive select, dejar la excepcional y rapidísima transmisión S tronic de siete relaciones en modo automático (su funcionamiento secuencial en conducción deportiva es delicioso, con una respuesta inmediata al toque de leva) y dejarnos llevar de manera confortable gracias a la suavidad de sus amortiguadores en dicho modo. Incluso podemos activar el control de velocidad de crucero adaptativo para adecuarnos a la velocidad del resto de mortales, pero con el añadido de tener a nuestra disposición siempre que queramos los 620 ‘jacos’ de ese V10 que ronronea, en un nivel más bajo de decibelios, tras nuestras cabezas.
Únicamente la falta de espacio en el habitáculo, que nos obliga a colocar algunas pertenencias tras los asientos, y el reducido tamaño del maletero delantero, de 112 litros (que en realidad son menos dada la pequeña maleta de herramientas que incorpora), dificultan que realicemos con soltura algunas labores cotidianas; pero recuerda que no le hemos catalogado como el coche ideal para estos menesteres, simplemente hemos mencionado que puede servir.
Difícil pasar desapercibido
De hecho, si antes hablábamos de lo poco que nos pone en aprietos yendo rápido, quizá cambie circulando a la misma velocidad que el resto de los mortales. Porque muchos se sorprenderán ante nuestra presencia y los más inconscientes cogerán su teléfono móvil para hacernos una foto o un vídeo (no lo decimos únicamente como denuncia, sino que es un hecho que nos ha pasado una, dos y tres veces).
Hecho que es entendible, pero no justificable. Pocas veces se ve circular un ‘bicho’ de tal magnitud, que si ya en sus versiones ‘básicas’ enamora, imagínate sumando el apellido Performance. Con él, el R8 Coupé V10 performance se radicaliza todavía más al añadir un alerón posterior fijo realizado en fibra de carbono. Material que puede, opcionalmente y por una buena suma de dinero, estar igualmente presente en Sideblades laterales, los umbrales de las puertas, los retrovisores, el splitter delantero, el difusor trasero (heredado del LMS GT3) o en la cubierta del compartimento motor.
Por su parte, las llantas de aleación ligera 19 pulgadas que monta inicialmente puede ser sustituidas, previo pago de 3.625 €, por otras más radicales de 20” con cinco radios dobles sobre neumáticos Michelin Sport Cup 2 (desarrollados especialmente para el R8 Coupé V10 performance y causantes también de su excepcional agarre).
Su silueta externa se completa con los cambios propios de este restyling, tales como el diseño de los faros, LED de serie o con tecnología láser por 4.655 €, la triple nervadura al final del capó estrenada en el A1 Sportback como reminiscencia de los legendarios Audi Ur-quattro. La aerodinámica también juega un papel estético importante como denotan no solo el alerón o el difusor comentados, sino por la parrilla singleframe de mayor tamaño a la que acompañan dos gigantescas tomas de aire. Un conjunto que le permite generar hasta 140 kilos de carga, de los cuales 100 los crea exclusivamente el alerón.
Interior a la carta
El habitáculo recibe menos cambios frente al R8 V10 plus anterior enfocándose a que cada cliente lo personalice a su gusto con diferentes tapizados, inserciones o molduras, destacando el revestimiento en Alcántara o los asientos de tipo baquet que pueden elegirse, estos últimos sin coste alguno. En el caso de nuestro R8 Coupé V10 performance, la configuración combinaba los asientos deportivos tapizados el cuero Napa Fina con tramado de rombos y costuras en contraste, el paquete Cuero completo (4.060 €) y las inserciones en carbono brillante con decoración en antracita (2.375 €).
Por lo demás, todo se mantiene, con un entorno que aúna deportividad con refinamiento y tecnología cuyo centro neurálgico de las informaciones sigue siendo el Audi virtual cockpit de 12,3 pulgadas provisto de menús específicos deportivos (cronómetro, diagrama de fuerzas G…).
Si tuviéramos que resaltar un pero, no sería uno 100% justo, pues hace referencia a la visibilidad trasera. Y no sería justo, primero, porque la colocación del motor ese vital para dotarle de carácter y, segundo, porque con un coche como este R8 Coupé V10 performance, ¿quién va a ser el ‘guapo’ que se atreva a seguirnos?
A destacar | A mejorar |
Motor V10 atmosférico | Necesario habituarse al sistema multimedia |
Lo fácil que resulta conducirlo | Escasez de huecos portaobjetos |
Apto incluso para el día a día | El sonido ya no es tan bestial como antes |