A lo largo de estos más de diez años que llevo como periodista del motor habrán pasado por mis manos cientos de coches, de todos los tipos, tamaños y colores, pero el que tengo delante de mí es, con toda seguridad, el más exclusivo que he probado. El Audi R8 LMX es una pieza de colección de la que solo 99 afortunados pueden presumir de tenerla. No solo por ello creo que con los años se revalorizará, también lo hará porque es el último Audi R8 de la primera y exitosa generación y porque, además, es el más potente, caro y el único vehículo que, por ahora, equipa de serie faros láser.
Si el R8 ya de por sí impresiona y puede ocasionar a su paso algún que otro ‘esguince de cuello’, esta versión impone. Impone por sus exclusivas llantas multirradio de magnesio de nada más y nada menos que 19 pulgadas que esconden unos magníficos frenos carbocerámicos. Impone por su enorme alerón posterior fabricado en plástico reforzado con fibra de carbono. Impone por los flaps del paragolpes delantero, realizados en el mismo material que el spoiler trasero y que pegan al asfalto a esta bestia capaz de tocar los 323 km/h. Impone por el precioso ‘vestido’ Azul Ara efecto cristal creado por Audi Exclusive para su cuerpo de aluminio –también está disponible en Gris Daytona-. Pero sobre todo impone por esa perfecta melodía que sale por los grandes escapes en negro brillante y que es producida por un artista alemán de renombre: el V10 5.2 FSI del Grupo Volkswagen. No es bruta, ni estrambótica, simplemente es… perfecta. Tras realizar la prueba del Audi R8 LMX puedo asegurar que este deportivo emite uno de los mejores sonidos que he escuchado en mi vida. Quizás pienses después de leer estas palabras que debería estar en un psiquiátrico en vez de probando coches…
A pesar de haber transcurrido casi diez años desde el inicio de su comercialización, parece que, a diferencia de otros coches, no han pasado los años por él. Solo hay que echar un ojo a la nueva generación, que guarda un gran parecido con su antecesor. No puedo decir lo mismo del interior, donde sí se nota un diseño un tanto añejo: freno de estacionamiento manual, arranque con llave, botonera, navegador o mandos desentonan. Pero ese hándicap Audi lo ha intentado contrarrestar con más equipamiento específico como el techo tapizado en Alcantara con diseño a rombos formados por costuras en color azul. Encuentro el mismo dibujo en los paneles de las puertas, realizados en piel, y en los laterales de los espectaculares semibacquets, cuya parte posterior porta una carcasa también en Azul Ara. Mire donde mire, localizo fibra de carbono, hecho que acrecienta, aún más si cabe, su aspecto tanto deportivo como exclusivo: el túnel de transmisión, los asideros de las puertas, la cubierta del cuadro de instrumentos, los apoyabrazos laterales y los umbrales de las puertas son elementos que pueden presumir de estar realizados en este ligero material. ¿Algún coche da más?
Pero lo mejor se halla detrás de mis asientos colocado en posición central: el motor. Esta obra de ingeniería aspirada es bastante progresiva y da lo mejor de sí en la zona alta del cuentavueltas. A partir de las 6.000 rpm rinde como uno espera, y es que 500 rpm más arriba entrega todo su par máximo de 540 Nm. Pero es en las 8.000 cuando da el ‘do de pecho’. Impresionante. Como impresionante es jugar con el cambio desde las levas situadas en el volante, que nuevamente está achatado por su parte inferior -craso error-, o desde la palanca. Subir y bajar de marcha es toda una experiencia, experiencia que se convierte en éxtasis si viene seguido de gorgoteos y petardazos. ¡Gracias Audi R8 LMX, gracias por existir!
Desde parado es capaz de pegar tu cuerpo como si de una calcomanía en la pared se tratase, pero es que activado el modo ‘S’, el deportivo parece más rabioso: el motor rinde de forma enfurecida y el cambio S tronic alterna marchas con una velocidad endiablada. Por ello es que es capaz de pasar de 0 a 100 km/h en solo 3,5 segundos y de 0 a 200 en 11. Vuela bajo, muy bajo gracias al gran equipo aerodinámico, y es que la aguja del velocímetro puede ascender hasta los 320 km/h. Los flaps delanteros junto con el difusor y el spoiler trasero lo mantienen pegado al asfalto. Su paso por curva es muy rápido, aunque tiene cierta tendencia a subvirar. Además, ayuda a deborar los virajes la tracción quattro, que es excepcional, y la dirección, que es más directa, rápida y comunicativa que la de otros R8 de la gama.
A pesar del número de cilindros, de su potencia y de su cilindrada, durante la prueba el R8 LMX se ha movido con un consumo medio de 13,4 litros, una cifra nada exagerada, y más si tenemos en cuenta que carece de ‘moderneces’ como el sistema start/stop o el de desconexión de cilindros.
Audi ha buscado unos frenos a la altura de este coche tan especial -recuerda que hasta la presentación del Audi R8 2015 era el R8 más potente jamás fabricado-. Por ello ha optado por unos magníficos frenos carbocerámicos que cumplen sin tacha su cometido y cuyo rendimiento no desfallece. Al principio cuesta acostumbrarse a ellos, porque los primeros centímetros del recorrido del pedal no hay respuesta alguna.
El R8 LMX tiene un precio de 250.000 euros. Es una cifra astronómica, sí, y más si se lo comparamos con un R8 V10 base, que parte de 180.540 euros. Hasta ahí, todos de acuerdo, pero piensa en que este R8 Le Mans tiene un completísimo equipamiento de serie, un motor cuya potencia ningún R8 de primera generación tiene –ni tendrá- y piensa que solo habrá 98 de éstos, aparte del tuyo, rodando por el mundo. Piensa en que dentro de unos años será una pieza de colección que muchos acaudalados querrán tener en sus completos garajes y piensa también que equipa algo que hasta ahora poquísimos coches traen, y menos de serie: luces láser –elemento cuyo rendimiento no he apreciado que sea muy diferente a los bixenón-. Piensa, pues el Audi R8 LMX… existe, o ha existido.
A destacar | A mejorar |
Respuesta y sonido del motor | Diseño interior |
Exclusividad | Precio |
Atractivo | Acceso al habitáculo |
Fotos: Álex Aguilar