Mantener vivo un coche durante medio siglo es una tarea complicada, el tiempo no pasa en vano y el desgaste es natural, pero si además el vehículo en cuestión se encuentra en un ambiente de temperaturas extremas como es el continente africano, todavía parece más complicado. Y a pesar de ello hay un Volkswagen Beetle que lleva 50 años circulando por Ruanda y que acumula a sus espaldas historias de todo tipo.
De hecho, hay hasta un libro que recoge sus peripecias: “Tarzán, un misionero y doce Askaris”, escrito por Hans-Ulrich Duwendag, que a su vez también es el dueño de este escarabajo con tanto trote a sus espaldas.
Y es que la posición del Beetle en el país africano era un tanto especial. Ya en los 60, al poco de llegar, en la embajada antes de una recepción a la que tenía que acudir el presidente de Ruanda, Grégoire Kayibanda, Duwendag vio como se paraba un escarabajo delante de la puerta, antes lo que no tuvo más remedio que interpelar que tenía que dejar la puerta despejada para el presidente, a lo que el conductor, de aspecto humilde, le contestó: “¡yo soy el presidente!”.
En cuanto a su relación personal con el VW Beetle, Duwendag cuenta que tuvo que esperar para que le llegara y, una vez lo hizo, tuvo que ir al puerto de Mombasa en Kenia a recogerlo, por lo que para estrenarlo hizo un viaje de 1.500 kilómetros hasta Kigali, capital de Ruanda, donde se afincó. Fue el primer viaje, pero no el único, puesto que cada dos meses se juntaba con amigos europeos para recorrer los 500 kilómetros que los separaban de Kampala, Uganda, para comprar productos del Viejo Continente. Con carreteras que más que carreteras eran pistas polvorientas, los viajes eran agotadores, pero sirvieron para que todos se enamoraran de África.
Vídeo: un Volkswagen Beetle de 1966 con motor rotativo de 250 CV
De hecho el historial de viajes del Escarabajo empezó a engrosar muy rápido en cuanto conoció a la que sería su futura mujer, Rita. Ella vivía en una ciudad a 100 kilómetros de Duwendag quien, religiosamente, iba a buscarla cada fin de semana y luego la llevaba de vuelta su casa. 200 kilómetros semanales por un camino de tierra con los que el Beetle pudo sin problema.
No contentos con los viajes periódicos, poco tardaron en planear su primer gran viaje, un trayecto de 5.000 kilómetros entre Ruanda y Ciudad del Cabo. Dado el estado de las carreteras y la ausencia de gasolineras durante tramos muy largos, la preparación fue especial: cuatro bidones de gasolina, cada uno de 20 litros, porque había etapas de hasta 700 kilómetros sin lugar en el que repostar. Aunque el periplo fue por tierra, también se extendió al agua, ya que cruzaron el Lago Tanganica a lomos de una barcaza, nada menos que 670 kilómetros de longitud que recorrieron en 5 días y 5 noches. El choque al llegar a Sudáfrica fue importante ya que, acostumbrados a prácticamente caminos de polvo, el país tenía la red de carreteras más avanzada del continente.
El plan original era vender el Escarabajo y volver a Alemania en avión pero, ante la imposibilidad, hubo que deshacer el camino rodado hasta Ruanda. En el trayecto, las luchas en Mozambique del frente de liberación obligaron a Duwendag a circular con su Beetle en medio de un convoy blindado con soldados armados hasta los dientes. Después atravesaron Tanzania, Kenia y Uganda. La aventura supuso 12.000 kilómetros recorridos por el Volkswagen en apenas seis semanas.