En el pasado Salón del Automóvil de París, Renault fue una de las marcas más destacadas con la presentación del esperado Renault 4 E-Tech, un SUV eléctrico inspirado en el icónico 4L que llegará al mercado el año que viene. Ya han pasado más de 60 años desde que llegó aquel utilitario que vino para ofrecer un montón de soluciones innovadoras a una sociedad que cada vez tenía más necesidades de movilidad. Ese coche fue el Renault 4.

Del mismo modo que unos jóvenes Marlon Brando y James Dean popularizaron el pantalón vaquero en el cine en la década de los 50, pasando de ser una prenda para el trabajo a revolucionar la moda, convirtiéndose en un símbolo de rebelión entre los jóvenes y en una prenda para todo tipo de usos, el Renault 4 revolucionó la automoción en los años 60.

El Renault 4 se presentó en 1961, en un momento en el que la posguerra ya se había quedado atrás y la economía de los principales países europeos acumulaba varios años de crecimiento. Eran tiempos de prosperidad y mejoría de las condiciones de vida de los ciudadanos que, poco a poco, podían cubrir sus necesidades básicas, esto es, alimentarse, tener una vivienda y vestirse.

Pero había otra necesidad que cada vez era más fuerte: la de comprar un automóvil asequible, práctico y versátil que permitiera democratizar la movilidad. Ya había en el mercado modelos como el Renault 4CV (prueba) o el Citroën 2CV (esta es su historia). Sin embargo, las familias de los años 60 demandaban algo más moderno y nuevo 4 encajaba a la perfección. El utilitario francés fue un auténtico laboratorio de soluciones innovadoras, ofrecidas al gran público de forma asequible, que se materializaron en una extraordinaria versatilidad de uso

Renault 4, el primer cinco puertas de la historia

El desarrollo del 4 empezó cinco años antes y, después de miles de kilómetros de ensayos en climas extremos, se presentó a la prensa francesa el 28 de agosto de 1961. El vehículo reagrupaba un compendio de soluciones tecnológicas innovadoras, tanto en materia de diseño, como de modularidad, tecnología mecánica y versatilidad dinámica.

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Para empezar, uno de sus aspectos más llamativos fue su diseño de tipo break, con una carrocería de cinco puertas, incluido un práctico portón trasero que dejaba una boca de carga enorme. Todo ello estaba montado sobre un chasis tipo plataforma, muy innovador conceptualmente, basado en la excelencia de la simplicidad. Sus dimensiones eran ridículas para los estándares actuales: 3,6 metros de largo y 1,5 metros de alto.

 

Sin embargo, ofrecía un gran espacio para los pasajeros y el maletero. Su interior podía acoger hasta cinco pasajeros cómodamente y el espacio de carga alcanzaba los 480 litros, un volumen que ya quisieran muchos SUV en la actualidad mucho más grandes que el R4. Entre las soluciones prácticas, destacaba el asiento trasero abatible de manera muy rápida y sencilla, con lo que llegaba a ofrecer hasta 1,45 metros cúbicos de espacio disponible.

Gracias a la incorporación del portón trasero, con un gran ángulo de apertura, ofrecía una accesibilidad trasera excepcional, prácticamente inédita en su época, reforzando su carácter eminentemente práctico, modular y versátil.

El primer coche con motor y tracción delanteros después de la guerra

 

Dejando a un lado el diseño, el Renault 4L introdujo otro concepto novedoso, al ser el primer coche con motor delantero y tracción anterior desde el final de la Segunda Guerra Mundial. A esto, hay que añadir la suspensión independiente en el tren delantero, con todas las ventajas en términos de maniobrabilidad y precisión en la dirección que ello comporta, marcando la vía a futuros modelos de Renault.

Asimismo, incluía otros adelantos mecánicos, como las rótulas estancas, carentes de engrase, que incidía en un menor coste de mantenimiento del coche, o el circuito de refrigeración cerrado y hermético, que incorporaba un líquido especial capaz de soportar las más bajas temperaturas, una solución pionera en su segmento. En consecuencia, ya no hacía falta reponer anticongelante en el líquido del circuito, una operación bastante inoportuna en aquella época. El único mantenimiento real del coche era el cambio de aceite.

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Había una peculiaridad en el R4: tenía una distancia entre ejes más larga en un lado que otro. Esto se debía a que, al tener suspensiones independientes, en el eje delantero tenía dobles trapecios y muelles de barra de torsión, mientras en el el trasero empleaba brazos oscilantes y barras de torsión. Pero, para minimizar la intrusión en el interior, las barras se montaron una delante de la otra, lo que significa que la distancia entre ejes del lado derecho del coche era ligeramente mayor que la del lado izquierdo.

Llega a FASA-Renault en 1963

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Dos años después del lanzamiento en Francia, el Renault 4 llegó a España, donde se denominó 4L. Concretamente, a la factoría de FASA-Renault (esta es su historia), en Valladolid. Aquí comenzaría una larga etapa productiva que se prolongaría hasta 1989 en la versión turismo y hasta 1991 en el caso de la furgoneta.

La presentación en España se produjo el 25 de febrero de 1964, coincidiendo con el auge del turismo y en pleno desarrollismo que caracterizó la sociedad y la economía de la España de los años 60. La prensa de la época destacó unánimemente su carácter polivalente y económico, y las virtudes de su suspensión “todo camino”, así como su concepto innovador en términos de facilidad de acceso al habitáculo.

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El modelo que salía de la planta pucelana contaba con algunas características específicas: un motor de 845 centímetros cúbicos, que desarrollaba 30 CV e instalación eléctrica de 12 voltios y que superaba los 100 km/h, ofreciendo unos consumos muy ajustados. Los medios de comunicación lo presentaron como un objeto de deseo para aquellos que querían un coche práctico, versátil y asequible. Esto, unido a su precio por debajo de la media de su clase, 84.000 pesetas, hizo que alcanzara un éxito rotundo.

El ‘cuatro latas’

Pronto, en España se popularizó la denominación cariñosa de ‘cuatrolatas’, por las siglas ‘4L’ en el portón trasero. Su desarrollo comercial en el mercado español creció con rapidez, a la par que la sociedad española, durante casi tres décadas, hasta convertirse en el modelo mítico que es hoy en día.

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Durante todo ese tiempo, el Renault 4L recibió ligeras modificaciones, acompañadas de evoluciones tecnológicas, pero sin perder su personalidad original y sus virtudes conceptuales. De este modo, incorporó motorizaciones más modernas y eficientes, como el motor C ‘sierra’ de 852 centímetros cúbicos y la caja de velocidades de cuatro relaciones en 1968 (inicialmente era de tres) y, posteriormente, el motor de 1.1 litros y 38 CV, frenos de disco y elementos como el techo practicable panorámico.

Más de ocho millones de unidades fabricadas

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La producción del Renault 4 cesó en enero de 1993, cuando ya era incompatible con las normativas medioambientales internacionales más exigentes que exigían la incorporación del catalizador. La última unidad producida salió de la cadena el 3 de diciembre de 1992, aunque en España se dejó de producir un poco antes, en 1989 el turismo y en 1991 la furgoneta.

En total, se fabricaron más de ocho millones de unidades destinadas a más de 100 países, de las cuales 800.000 salieron de las instalaciones de FASA-Renault, el 10% de la producción mundial. El 4L es uno de los coches más icónicos del siglo XX, concretamente, en España, donde todavía hoy es fácil encontrar unidades funcionando perfectamente en pueblos y zonas rurales.

Permitió a cientos de miles de familias acceder a un vehículo multiusos, moderno, a un precio asequible. El pantalón vaquero de los coches. Veremos si la reedición de 2025 llega siquiera a empatar con el original.

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