En los casi 20 años que llevo conduciendo coches de todas las épocas (algunos son ejemplares únicos en el mundo que se han vendido luego por más de un millón de euros), puedo asegurarte que ninguno ha despertado nunca tanta expectación como el que tenemos hoy en esta prueba: el DeLorean DMC-12. Porque no es una cuestión de precio ni de prestaciones. Su exclusividad está en que es un coche con mucha personalidad, del que se fabricaron muy pocas unidades -unas 8.000-… y que, encima, se convirtió en un icono gracias a que fue usado por Robert Zemeckis y Bob Gale para coprotagonizar la famosa trilogía ‘Regreso al futuro‘ (información de la película).

prueba del DeLorean DMC-12 en los túneles de la M-30 de Madrid

Es por eso que siempre me pregunto (sí, a los ‘frikis’ hay que querernos así) qué habría pasado si la DeLorean Motor Company se hubiese tomado más tiempo para aguantar tres años más (la peli es de 1985)… o si eso habría echado para atrás a sus autores a la hora de elegir este automóvil para convertirlo en máquina del tiempo. Pero en cualquier caso, como le diría Doc Brown a su joven amigo Marty McFly en el film: «Bueno, yo creo que si vas a hacer una máquina del tiempo en un coche, ¿por qué no hacerlo con clase?» (localizaciones de ‘Regreso al futuro’).

Y es que clase y estilo es lo que rebosa por los cuatro costados aquí, la misma que tenía el padre de la criatura, el ‘playboy’ estadounidense John Z. DeLorean, el visionario vicepresidente de General Motors -alma mater del rompedor Pontiac GTO– que estaba llamado a presidir la compañía… pero que lo dejó todo para aplicarse el cuento que luego transformaría en su propio lema comercial y de vida: «Live the dream» («Vive el sueño»).

john delorean posa con el prototipo del DMC-12
John Delorean posa con el prototipo del DMC-12.

DeLorean tenía las ideas muy claras, contó con los mejores diseñadores y ‘partners’ del momento –carrocería de ItalDesign; chasis y suspensiones, de Lotus, sobre la base del Esprit– para hacerlo realidad… Pero luchar contra la presión de la industria de Detroit y las dificultades logísticas y de suministros no era nada fácil en un mercado (el estadounidense) copado por los tres gigantes: la propia GM, Ford y Chrysler. Y eso le daba muy poco margen para desarrollar un prometedor producto que, encima, buscaba una muy buena relación calidad/precio -se dice que la denominación ’12’ provenía de que se estimaba un precio de acceso de 12.000 dólares, pero que se acabó duplicando-… Y por eso, durante las 1.000 primeras unidades, tuvo más de lo segundo que de lo primero, por lo que la imagen de poco fiable empañó esa genial y futurista combinación de ángulos y aristas que hoy hacen de este un modelo inconfundible.

Para los coleccionistas: el DeLorean de ‘Regreso al Futuro’ de Playmobil

Además, su obsesión por abaratar costes hizo que después de tantear varias localizaciones posibles -entre las que estuvo España-, se decantara con Belfast (Irlanda del Norte) porque el Gobierno británico le proporcionó un préstamo con el objetivo de crear empleo y pacificar una zona tan deprimida. Sin embargo, aunque el fracaso del proyecto acabaría siendo el fruto de un cúmulo de situaciones desfavorables, parece ser que la falta de mano de obra cualificada, la gran distancia geográfica con EEUU y que este fuera casi su único objetivo comercial complicaron las cosas. Por no hablar de la trampa que le tendió el FBI para involucrarle en un asunto de narcotráfico con el fin de salvar la compañía… y del que acabaría siendo absuelto, pero demasiado tarde.

Hora de viajar en el tiempo con el DeLorean DMC-12

Tengo varios clásicos en el garaje y siempre digo que una de las mejores cosas por las que vale la pena mantenerlos es que sólo con verlos ya te transportas a otras épocas. ¡Pues imagina en un caso como este! Y ahora, para continuar leyendo la prueba del DeLorean DMC-12, tómate tu tiempo, que yo haré lo propio, que la ocasión lo merece.

frontal del DeLorean DMC-12

Me he puesto guantes para no plantar las ‘manazas’ todo el rato en sus paneles de acero inoxidable de tipo ‘quirúrgico’ -que van montados sobre una estructura de material sintético GRP-, porque se notan todos los dedos y luego, para no deteriorarlo, sólo se pueden eliminar las huellas con un producto especial que tiene el propietario. Y el conjunto se remata con unas molduras delanteras y traseras cuya calidad deja mucho que desear, ya que enseguida ves estas piezas desencajadas o ligeramente deformadas hasta por el calor procedente de los faros. Pero llevo taaanto tiempo queriendo probar un ‘D’, como dicen los clubes de propietarios de EEUU…

Con el máximo cuidado, abro una de las puertas tipo ‘alas de gaviota’ y me sorprende la facilidad con la que se eleva. Pero engaña, porque pesa muchísimo más de lo que parece, ya que reforzaba la rigidez y la seguridad del conjunto, pero la barra longitudinal interna de torsión -convenientemente camuflada- hace muy bien su trabajo. Fue un caprichazo de DeLorean (y todo un quebradero de cabeza para Giorgetto Giugiaro) ya que quería emular a las de su Mercedes 300 SL y este detalle le dio al DMC-12 la gracia definitiva.

PRUEBA: Mercedes-Benz 300 SL Roadster

Accedo a un habitáculo que me sé de memoria por culpa de decenas de miniaturas que tengo en casa y miles de horas navegando en Internet en busca de todos los detalles. De hecho, parece que ya he tocado el cuero que lo recubre todo -me encanta- y la textura de sus plásticos y demás controles.

puesto de conducción del DeLorean DMC-12

Inconscientemente, nada más acoplarme en su cómoda pero reducida butaca, tiendo a buscar la palanca inferior para separarme un poco del volante y… ¡error! Mi 1,90 m de altura va a tener que conformarse con lo que hay, porque aunque queda espacio de sobra detrás de mí, DeLorean pensó que no podía concedérselo ni a los pasajeros ni al motor (que en el proyecto original era central-trasero, no tan trasero y desplazado más allá del eje posterior), sino a los palos de golf. ¡OMG!

Cuadro de instrumentos del DeLorean DMC-12En fin, ya acomodado -en sentido literal-, en una posición de auténtico deportivo, toca estirar el brazo hasta el infinito y más allá para agarrar el tirador y cerrar con decisión, pero sin golpearse la cabeza por un descuido o por sacar el cuerpo demasiado. Bien, ya estoy listo. Giro la llave de contacto y un rápido pero desconcertante juego de agujas se pone a cero y luego vuelve a su ser, dentro de un bonito y compuestísimo cuadro en el que puedes controlar: velocidad, revoluciones, gasolina, voltaje de la batería, presión del aceite, temperatura del refrigerante…

No tengo mucho espacio para los pies, y sobre el paso de rueda hay un tercer pedal fijo para apoyarte -una de las pocas mejoras de la edición 1982, pero casi agradezco que esta unidad de hace 38 años sea una de las poquísimas con caja de cambios automática (se calcula que la montaron sólo un 20% de los DeLorean), cuyas 3 velocidades -con la última especialmente cómoda para viajar por su generoso desarrollo- cumplen pero no emocionan; el hecho de empezar a coger velocidad, sí, siempre que no esperes la respuesta deportiva de un coupé pequeño y nervioso, sino que te lo tomes como un GT para ir más veloz, con consumos muy contenidos en carretera (9 l/100 km) y sin necesidad de forzar sus cuatro eficaces discos de freno.

Por cierto, que engaña en esto de la velocidad. Durante años -y pido disculpas si lo he llegado a publicar en algún momento-, me molestaba un poco que el coche teóricamente no pasara de las 85 millas -algo menos de las famosas 88 mph (140 km/h)- con las que en la película se viajaba en el tiempo. Pero hoy ha sido una alegría comprobar que claro que lo hacía, hasta los 180 km/h. Lo que pasaba es que el marcador engañaba deliberadamente, ya que la legislación estadounidense del momento, para no incentivar los excesos de velocidad y consumo en aquella segunda crisis energética, obligaba a que todos los coches llevaran aquellas limitaciones visuales. Y es por ello que muchos propietarios hoy ponen otros tacómetros calibrados para medir la velocidad real.

Sigo acelerando y me doy cuenta de que puedes alcanzar las máximas legales sin demasiado problema, a pesar de que la potencia de este coche no es ninguna locura, ni por exceso ni por defecto (sí, de nuevo, hacemos otro viaje en el tiempo hasta una época, principios de los 80, en la que lo normal era que los deportivos tuvieran sólo entre 130 y 180 CV en países como EEUU -un Corvette coetáneo sólo tenía 160). Así, aunque en el proyecto original se pensó en 170, finalmente, su motor PRV V6 de 2.849 cc -siglas de Peugeot, Renault y Volvo– desarrollaba 130 caballos, para mover un peso de 1.230 kilos.

prueba del DeLorean DMC-12

En cuanto a este a priori fiable bloque, es curioso que en realidad fuera un plan B (o J o H…) porque DeLorean contemplaba muy seriamente la idea de colocar allí otros tipos de motores, incluso uno rotativo tipo Wankel.

Lo cierto es que pasan los kilómetros y me siento muy bien a bordo. Su comportamiento es aplomado gracias al chasis en forma de ‘Y’ de Colin Chapman, al buen tarado de las suspensiones, al acierto de sobre dimensionar un poco las ruedas traseras y a una correcta dirección no asistida de cremallera. Además, este bienestar con cierto lujo y elegancia se acentúa en cuanto accionas los elementos que traía de serie: equipo de audio -original, de casete- con antena escamoteable, aire acondicionado, retrovisores y elevalunas eléctricos…

barrido de la prueba del DeLorean DMC-12

En el caso de las ventanillas, además, sólo es practicable un ventanuco pequeño muy Giugiaro que el prestigioso carrocero italiano colocó como solución a un problema técnico: con esa forma de puertas, era imposible que toda la superficie acristalada se pudiera meter por dentro al bajar la luna.

Por lo demás, ahora mismo me iría al fin del mundo, o, al menos, lo suficientemente lejos como para que el propietario del DMC-12 no me encontrara en un tiempo (otra vez la dichosa palabra)… y nadie más me oyera tararear por enésima vez la banda sonora de la trilogía. Pero es que reprimirse es casi tan imposible como no silbar la cabecera de ‘Verano azul’ al hacer una excursión en bici con un grupo de amigos.

DeLorean DMC-12 enfrente de las Torres de la Castellana

Con todo esto, me creo lo que su propietario me cuenta acerca de que es un clásico relativamente cómodo y utilizable. Y, añado yo, hasta por carreteras viradas de montaña con suelo mojado: si no lo lastras aún más con objetos en el maletero (delante, bajo el capó, donde también va la rueda de repuesto) y lo llevas un poco alegre de vueltas (con este automático es más complicado) pues hasta disfrutarás de una conducción que inspira confianza aunque no es el colmo de las sensaciones racing ni por sonido ni por agilidad real. Lo malo es al maniobrar, que se llega a hacer antipático: sus formas tan angulosas no permiten calcular muy bien los límites por delante; y por detrás, todo son reducciones del campo visual por el retrovisor del centro, la cubierta tipo cortina…

Pero lo peor es cuando voy a salir del coche (ojo con los tubos y las cañerías que van del techo en cualquier parking), me golpeo en la cabeza con la puerta, por no prestar el cuidado necesario. Me acostumbraría, supongo. ¡Pero «tiempo al tiempo»!

Me lo compraría

A modo de conclusión de esta prueba del DeLorean DMC-12: tómate tu tiempo. Para buscar una unidad en buen estado (preferiblemente, del bastidor 1.500 en adelante) y, una vez que dispongas de él, para no arriesgar en adelantamientos apurados ni tener un susto en carreteras reviradas.

PRUEBA: Ferrari 250 GTO

¿Tener un DeLorean es caro? No me lo parece. La cuestión es si ahora tienes dinero para un capricho que ronden los 25.000 euros en adelante (en estado original, sin pintar, sin tunear…) o el doble, si lo quieres pedir a fábrica. Porque, sí, como lo oyes: quienes se quedaron con la DMC te pueden montar en la sede de Houston (EEUU), 55.000 euros, uno nuevo, con capacidades y tecnologías mucho más sofisticadas pero con las especificaciones originales a propósito de papeles, seguros de clásicos… Y, después de todo…, ¿cuánto cuesta un sueño?

prueba del DeLorean DMC-12

A destacar A mejorar
Estética Fiabilidad en las primeras
unidades
Exclusividad Comportamiento perezoso
en baja
Es la máquina del tiempo Cambio
Ficha técnica DeLorean DMC-12
Motor Cilindrada 2.849 cc
Cilindros 6 en V
Potencia máxima 132 CV / 5.550 rpm
Par máximo 219 Nm /  2.750 rpm
Alimentación Tipo Inyección Bosch K-Jetronic
Transmisión Caja de Cambios Automático, 3 velocidades
Tracción Trasera
Suspensión Delantera Independiente de doble horquilla
Amortiguadores telescópicos
Barra antivuelco
Trasera Independiente de tipo multibrazo
Amortiguadores telescópicos
Barra antivuelco
Frenos Delanteros Discos
Traseros Discos
Dimensiones Longitud 4.215 mm
Anchura 1.855 mm
Altura 1.140 mm
Distancia entre ejes 2.415 mm
Maletero Capacidad n.d.
Peso Peso 1.288 kg
Prestaciones Velocidad máxima 178 km/h
Aceleración 0-100 Km/h 10,5″
Consumo Ciudad n.d.
Carretera n.d.
Combinado 12,4 l/100 km
Producción Lugar / Años / Unidades Belfast, Irlanda del Norte
1981-1982
8.583 unidades para venta
Precio Precio oficial en 1981 25.000 dólares (unos 21.400 euros)

Fotos: Álex Aguilar (Auto Bild)

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