Si por algo se diferencia la firma de los chevrones del resto de marcas del conglomerado francés es porque sus coches presentan un diseño original y una comodidad a bordo sensacional. Un exponente claro de portar esas dos cualidades es el (prueba) Citroën C5 Aircross, el buque insignia de la marca, aunque tampoco debemos olvidar el coche de la prueba, el Citroën C4 Cactus PureTech 110.
Y es que a originalidad no le gana nadie. Te puede gustar más o menos, eso es así, pero para triunfar en el segmento en el que existe más competencia, en el de los SUV/crossover compactos, debes diferenciarte. El C4 lo consigue con unos grupos ópticos delanteros divididos en dos alturas, los superiores unidos con el logotipo de la parrilla; unos pilotos más grandes y estilizados con nueva firma lumínica en tres dimensiones, unos Airbumps más comedidos y un techo flotante. Que un vehículo guarde fielmente la imagen del concept -Citroën Cactus Concept- suele ser, por regla general, todo un acierto, y en el caso del francés, lo es.
Dentro también se respira originalidad, mucha originalidad. Tal vez demasiada, y te cuento el porqué. Se ha prescindido de muchos botones, algo que me exige gestionar varias de las funciones a través de la pantalla, recorriendo menús, aumentando las distracciones al volante. Pero, y aquí es cuando le echo un capote a Citroën, todos los fabricantes, generalistas, premium, de un lado o del otro del mundo, están virando hacia esa incomprensible, desde mi punto de vista, moda. Otro detalle es la ausencia de cuentarrevoluciones, aunque esa carencia la suple en cierta parte el indicador de cambio recomendado de marcha. Y por último, las ventanillas traseras, que son de tipo compás, aunque creo que este elemento ha sido instalado por ahorro de costes más que por atrayente. Dicho esto, he de alabar ese diseño retro del interior, en el que el mundo de la moda ha servido de inspiración, como puedo observar en el acabado de la tapa de la guantera Top Box o en la tapicería de diferentes colores y tejidos, como es el cuero o la tela.
Estoy tan cómodo en su asiento -ya son individuales, no de tipo corrido como en su predecesor-, que tengo que hacer un esfuerzo para trasladarme a las plazas posteriores para comprobar el espacio con el que cuentan los pasajeros: solo son dos los dedos que separan mis rodillas del respaldo delantero, algo justo para las medidas del vehículo, pero son cuatro los que impiden que mi cabeza roce con el techo; ventajas de dejar de lado una línea descendente muy acusada.
Respecto a la capacidad de carga, el coche de la prueba, el Citroen C4 Cactus, cubica 348 litros, una cifra que se sitúa en el centro de la tabla. Lo bueno es que tiene formas regulares y un doble fondo; lo malo, que la boca es alta, de ahí que parezca aún más hondo, y el piso no es totalmente plano si se abaten los respaldos de los asientos delanteros.
Ajusto el volante en profundidad, que ahora sí se puede, lo coloco a la altura deseada y pulso el botón de encendido. Me gusta como suena su motor PureTech 110; no me importa que solo tenga tres cilindros. De hecho, creo que es uno de los más agradables, si no el que más, que existen en el mercado. También me convence su respuesta, cómo sube de revoluciones y el empuje que tiene, por lo que creo que este bloque es más que suficiente si uno se va a mover por ciudad o si va a salir a carretera. En el caso de la unidad de pruebas, su motor de 110 CV está asociado a un cambio manual de cinco velocidades de recorridos largos, rápido y que no se caracteriza por una precisión milimétrica. Otro punto a favor de este motor PureTech es el consumo medio, 6,1 l/100 de media, 6'9 en carretera a ritmo bastante alto.
En marcha se nota el esmero que ha puesto la compañía francesa en aislar el interior. Las ventanillas, la luneta y el parabrisas son más gruesos; equipa mayor material aislante en el piso y en el vano motor y más juntas de goma en las puertas, todo para que el ruido que llegue al habitáculo sea escaso. A eso se suma la suspensión con amortiguadores progresivos con tope hidráulico, que carecen de efecto rebote al no tener que llegar al tope mecánico. Y es que si por algo se han caracterizado los vehículos creados por Citroën es por su cómoda suspensión: desde la hidroneumática del DS 'Tiburón', pasando por la Hidractiva III del C6 y finalizando, por el momento, con la actual, la que equipan el Citroën C5 y C4 Cactus. Claro, que tanta comodidad se paga en curva, porque la carrocería balancea en los viajes -tampoco ayuda que los asientos tengan poca sujeción lateral, tanto los delanteros como los traseros-, precio que hay que pagar si quieres conducir el coche más cómodo del segmento.
Y hablando de pagar, un Citroën C4 Cactus PureTech 110 como el de la prueba está disponible desde 16.850 euros. Un precio realmente ajustado para el coche que es y lo que ofrece. Es cierto que existen otras opciones, como por ejemplo las de Dacia, pero no dan la misma impresión de solidez que consigue el de los chevrones. Además, su motor tiene un muy buen rendimiento y el equipamiento de serie incluye: Bluetooth, Kit Manos Libres, climatizador automático, retrovisor interior electrocrómico, volante de cuero y faros antiniebla delanteros con función cornering light, entre otros elementos.
A destacar | A mejorar |
Comodidad a bordo | Ausencia de cuentarrevoluciones |
Insonorización | Muchas funciones sin botones físicos |
Motor | Ventanillas traseras de compás |