Para muchos, el antepenúltimo día del mes de enero no tiene gran significado. Sin embargo, para el mundo del motor se celebra una efeméride de lo más especial. Un 29 de enero 1886 Karl Benz registró, gracias a la financiación de su mujer Bertha Benz, la patente Nº 37.435 del Benz Patent-Motorwagen. O lo que es lo mismo: el primer coche con un motor de combustión interna.
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Por aquel entonces, Karl Benz vivía en Manheim (Alemania) y se ganaba la vida vendiendo materiales de construcción, pero lo que de verdad le llenaba era arreglar bicicletas en el taller de sus amigos Max Rose y Friedrich Wilhem e inventar: después de desarrollar un motor de pistones de dos tiempos en 1873, había llegado el turno de un vehículo motorizado que todavía no era real. Todavía.
Diez años después de aquello, junto a Max y Friedrich, fundó Benz & Cie: una empresa que vendía máquinas industriales. El negocio prosperó gracias a la fabricación de motores industriales de gas, una tarea que Karl compaginaba con aquel coche al que nunca dejó de lado. Tanto que el 29 de enero 1886 registró la patente del Benz Patent-Motorwagen para fabricar un vehículo de tres ruedas. Acababa de nacer el primer coche de combustión interna de la historia… aunque los trámites oficiales hicieron que la concesión de la patente se retrasara hasta noviembre de aquel año.

El coste y la llegada de Daimler
Construir aquel Benz Patent-Motorwagen le costó a Karl (o mejor dicho, a su mujer) 600 marcos de oro alemanes. Una cantidad que si la trasladamos a la actualidad se traduciría en unos 3.100 euros. Se trataba de un vehículo de tres ruedas construido con tubos de acero y paneles de madera. Las ruedas estaban diseñadas por Karl y eran de acero y caucho sólido. Además, el motor era de tracción trasera.
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Años después, en 1893, llegó el primer Benz de cuatro ruedas y en 1899 su producción ya había alcanzado las 572 unidades. Sin embargo, el año que marcó un antes y un después fue 1926: fue entonces cuando Karl fusionó su negoció con el de Gottlieb Daimler (creador del motor de cuatro tiempos) creando así lo que hoy conocemos como Mercedes-Benz.

Bertha Benz
Todo esto no habría sido posible, como decíamos, sin el papel fundamental que desempeñó Bertha Benz. Fue ella quien financió el desarrollo del Benz Patent-Motorwagen, pero las leyes de entonces no permitían que una mujer registrase una patente.
Más allá del plano económico, Bertha fue la encargada de mostrar a su marido y al mundo el potencial del Benz Patent-Motorwagen. Dos años después de lograr la patente, hizo el primer viaje en coche de la historia. La mujer de Karl fue la primera en ponerse al volante para cubrir el trayecto que separaba Mannheim de Pforzheim, una localidad ubicada en la Selva Negra donde vivía su madre.
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El viaje de ida y vuelta supuso algo menos de 200 kilómetros que hizo junto a sus hijos, Eugen y Richard, y que no estuvo exento de anécdotas. Tuvieron que parar en Heidelberg y en Wiesloch, donde llenó el depósito del Benz Patent-Motorwagen con éter de petróleo que consiguió en una farmacia. Además, Bertha ejerció de improvisada mecánica puesto que tuvo que limpiar el carburador con la pinza de su sombrero, tuvo que usar las medias para proteger un cable y, además, con la ayuda de un zapatero añadió cuero a los frenos que se estaban desgastando más de la cuenta.