Se dice que el Imperio Romano alcanzó su máxima expansión en el año 116 d.C., bajo el control del emperador Marco Ulpio Trajano. La cultura romana llegó a conquistar todo el mediterráneo, incluyendo Francia y Gran Bretaña. Y de su influencia quedó rastro en las civilizaciones posteriores, con sus construcciones y tecnologías muy avanzadas para la época. Una de estas construcciones fueron las calzadas romanas, que incluyeron ya un novedoso sistema de señales reflectantes hace dos milenios.

La construcción de una serie de calzadas de piedra que recorrieran la basta extensión del imperio fue un ambicioso proyecto que Roma emprendió hace unos 2.300 años. Con estas calzadas, tanto los ciudadanos como las legiones podían desplazarse con rapidez y efectividad por el territorio conquistado, una mejora significativa sobre los caminos empleados en la época y la base histórica sobre la que se fundamentan las carreteras modernas.

Así eran las señales reflectantes en las calzadas romanas, hace dos milenios

Las calzadas romanas fueron construidas con piedra, otorgando solidez a la superficie y permitiendo que carruajes y caballos pudieran avanzar. Sin embargo, los romanos se enfrentaban al gran desafío que suponía viajar de noche, sin luces que guiaran a sus ciudadanos. Para solventar esa problemática, se ideó el primer sistema de señales viales reflectantes de la historia.

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El concepto era tan sencillo como efectivo. Los romanos intercalaron una serie de pequeñas piedras blancas entre los miles de millones de piedras tradicionales que conformaban la calzada. Estas piedras blancas tienen la capacidad de reflejar la luz y, dado que estaban pensadas para guiar a los viajeros durante la noche, se instalaron pensando en que podían reflejar la luz de la Luna.

El resultado era una iluminación tenue pero efectiva, permitiendo a los ciudadanos romanos encontrar y transitar por las calzadas durante la noche. Este es uno de los primeros usos viales de materiales reflectantes de los que se tiene constancia y una demostración más del ingenio y la capacidad de adaptación de los que hacían gala los romanos hace dos milenios.

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