La prueba de este Renault Clio V6 Fase 2 me lleva a una época en que las cosas molaban más. Donde los coches con turbo eran los deportivos; donde un motor gordo era deseado por todos. Donde te podías topar con atmosféricos capaces de girar a 7.000 vueltas.
Hoy estas cosas suenan un poco a ciencia-ficción. O a cosas de otro mundo. Hoy, el nuevo Toyota Auris va a tener dos variantes híbridas; el Hyundai Ioniq enchufable (prueba) es una pasada de coche con cambio de doble embrague. Un Renault Zoe hace 400 km con una sola carga.
Pero vamos a dejarnos de WLTP, Euro 6 y demás milongas. Hoy vamos a echar la vista atrás a un tiempo que, probablemente no fue mejor, pero sí lo parece.
Probar un Renault Clio V6 255 no está al alcance de todo el mundo. Este modelo se fabricaba en Dieppe, de donde salían los Alpine y donde tiene en la actualidad su cuartel general Renault Sport. Y se hacía de manera casi artesanal: 12 unidades al día que llegaban a España con cuentagotas a un precio de 42.000 euros de la época. El Renault Clio Sport de 172 CV en el que se “basaba” costaba 18.000 y, para que te hagas una idea, andada relativamente cerca de los 60.000 euros que costaba entonces el BMW M3 E46.
La primera vez que tuve contacto con este coche yo era joven. Mucho. Demasiado. Perdón por la historieta, pero ahí va: yo empecé a trabajar en una revista de tuning (lo sé, lo sé) donde se probaban coches de altas prestaciones. Yo, por supuesto, no tenía derecho ni a pensar en montarme en uno de ellos, pero ahí estaba, rodeado de modelos como el Opel Speedster Turbo, el Subaru Impreza WRX STI o esta locura llamada Renault Clio V6.
Y, como ocurren algunas cosas, la casualidad quiso que fuera el único integrante de la redacción que estaba disponible para devolver este coche a su base. Así que, cosas de la vida, mi director de entonces me dijo que lo llevara yo. Que el otro coche disponible era un Porsche 911 Turbo 996 y eso sí que eran palabras mayores.
Así que ahí estaba yo con la llave de un Clio V6 en el bolsillo cuando ¡bum! El trueno del siglo retumbó en toda la oficina. Empezó a llover con tal fuerza que mi jefe decidió posponer la salida. Salida que al final quedó anulada. Ahora es el momento de sacar los pañuelos de papel: al final, la cosa quedó en que si quería montar en ese coche, lo haría en el asiento del acompañante. Amigos, aquí tenemos un tren que se va...
Tras este drama, llega la parte buena: por fin puedo hacer la prueba del Renault Clio V6 Fase 2. Llegó años después, y nada menos que en el circuito del Jarama. Ante mí estaba una unidad de color azul, con unos Michelin Pilot Sport recién puestos en sus llantas OZ Superturismo.
Así que ahí voy. Me meto en el habitáculo, giro la llave... y voilà, por fin puedo escuchar ese V6 cobrar vida tras de mí. Es una sensación extraña. Para empezar, el sonido. No estás arrancando un Clio Sport, sino todo un V6. Pero no estoy pensando en un Audi A3 3.2. Es más bien algo parecido a cuando conduces por primera vez un Alfa 147 GTA. Sonoro, deportivo, ‘gordo’.
La palanca del cambio está más elevada de lo normal y el pomo es redondo. Las inserciones son rápidas. Allá voy. Salgo del pit-lane y doy mi primera (y única) vuelta de calentamiento. En Farina, tras Le Mans, con los neumáticos aún fríos, el coche decide mostrarme lo delicado que puede llegar a ser: al salir dando gas, la trasera decide intentar adelantarme por la izquierda. Una batalla corta y el peso en una posición un tanto desfavorable hacen que se me quiten las ganas de hacer el canelo más de la cuenta...
Pero voy cogiéndole el feeling. La prueba del coche empezó con susto, pero avanza sin más contratiempos: la rampa Pegaso, las eses de Ascari... decido bajar el ritmo en la zona de Bugatti, enfilar Monza todo lo rápido que puedo y salir disparado del Puente para pisar a fondo hasta final de recta.
Algo de tráfico más lento (pero igual de molón: ¡un Peugeot 205 Rally!) me hace levantar el pie del acelerador. Llego al final de recta a unos 180. Pisotón al freno. Los Renault Clio V6 Fase 2 tienen 33 mm más de vía delantera, una batalla 23 mm más larga y una estabilizadora más gruesa que el Fase 1. Aun así lo noto nervioso... Y eso que estoy frenando recto. Mantengo como puedo el gas en la primera curva que en realidad son dos: Nuvolari y Fangio. Salgo acelerando con suavidad y llego a Varzi en cuarta. Una vez me dijeron que esa curva se suele pasar a fondo, pero no tengo lo que hay que tener. Que se resume en que el Clio no es mío... y que yo no soy piloto. Piso el piano a una velocidad que me parece brillante para un muñones como yo y enfilo Le Mans ya con neumáticos en su punto y disfrutando de una dirección rápida y un eje delantero obediente. Decido trazarla por fuera para poder abrirme luego y salir lo más rápido posible de Farina y atravesar Pegaso para subir la rampa.
Pero un error de cálculo o exceso de optimismo (otros dirían de ‘paquetismo’) hace que entre subvirando en Farina. Enderezo, levanto y en cuanto vuelvo a tener grip le doy al acelerador. Subo la rampa a fondo y no levanto hasta que me toca frenar para entrar en Portago tras la Hípica.
Disfruto de un régimen elevado: Porsche le dio su toque al motor cuando subió el limitador (y de paso sacó 255 CV en lugar de los 230 del primero), y ahora estoy disfrutando de la zona de las 7.000 vueltas con una gran sonrisa... que se me borra al llegar a Bugatti. Esta bajada me pone los pelos de punta desde que tuve un pequeño susto cuando decidí ahuecar un MG ZT en pleno apoyo cuesta abajo. Cosas de la inexperiencia. En esas estoy cuando llego a la parte más baja del circuito. Aquí Ickx tuvo un susto al chocar contra Jackie Oliver y salió de su monoplaza con el mono en llamas.
Tan caliente no estoy, pero la prueba de este Renault Clio V6 podría pasar por la de una sauna. El climatizador hace lo que puede, aunque el V6 calienta de lo lindo. Subo de nuevo hacia Monza con su trazada triangular. Noto que las ruedas traseras quieren moverse; si ahueco, malo. Si mantengo, también. Con la 'tranquilidad' que me da el saber que no tengo ayuda de la electrónica decido hacer lo segundo. Quito un poquito de dirección, el coche se mueve un poco, pero ahí estoy de nuevo catapultado de Monza para el Túnel, una a derechas que desemboca en la recta.
Y ahí estoy, disfrutando de mis últimos momentos de la prueba del Renault Clio V6 Fase 2. Me queda la vuelta de refrigeración, donde disfruto con tranquilidad de algo que se me escapó años antes. El sonido del V6, el calor que sale de donde debería haber una banqueta de asientos, el sonido... Me adelanta el 205 Rally. La espera, al final, mereció la pena.
