La estampa no podría ser mejor. Tengo ante mis ojos, parado, el que considero el coche más bonito de toda la historia de la automoción, y de fondo, el paisaje volcánico de la Big Island de Hawái; eso sí, con predominancia de nubes, que le ganan, por ahora, la partida al sol.
Se trata del Porsche 356 Speedster 1600A, que para la ocasión luce un color 'Guards Red' que le sienta tan bien como el carmín a los labios de una mujer.
Sus formas simples y fluidas tienen un poder de atracción inmenso, tanto, que toda estrella del Hollywood clásico de renombre quería uno en su garaje. Aunque también estaban los propietarios que lo adquirieron para competir, que fueron cuantiosos.
Gracias a que prescindía de algunos elementos como las ventanillas de cristal -en su lugar equipa unas de plástico que son removibles-, la radio, la guantera o el cenicero, era más ligero y también barato. Asimismo, portaba algunas diferencias respecto a la versión cabrio que le hacían más liviano como una capota más fina con un mecanismo menos consistente, y por tanto, menos pesado, o unos bacquets de competición... de los años 50.
Pero el rasgo que marcaba la diferencia, por lo menos en su diseño, respecto al cabriolet y al coupé es el parabrisas desmontable con una luna más baja e inclinada y un marco cromado.
El coche brilla por sí solo, pero la banda plateada que recorre los costados y el capó, y las insignias laterales doradas con el nombre de la variante ponen el plus.
La unidad de esta prueba del Porsche 356 Speedster 1600A pertenece al museo de la firma de Stuttgart y ha sido traída hasta Hawái con motivo de una nueva Porsche Expericence, un formato tanto explicativo como inclusivo con el que se muestra y combina las tradiciones de la marca germana con la cultura, las costumbres y la historia de algunas de las partes más desconocidas del mundo. Por eso este Porsche 356 no viene solo y está acompañado por un Porsche 914/6, 911 964 Cabrio, 944 Turbo Cabrio y el más 'reciente', un Porsche Boxster 986, vehículos que también van a pasar por mis manos.
Siempre atentos, a su lado, están dos de sus guardianes y cuidadores: un par de mecánicos alemanes, muy majos, por cierto, que traen múltiples piezas desde la República Federal por si fuera necesario mancharse las manos -tanto los cinco descapotables como todo el equipamiento ha sido transportado desde Europa, en barco y en avión, durante 15 días-.
Por eso, por su procedencia, el estado de conservación es excelente, y su valor, aún mayor. Porque al económico -podría alcanzar sin despeinarse los 350.000 euros en cualquier subasta- se suma el valor intangible, el histórico, el cultural, puesto que el 356 fue el primer modelo fabricado por Ferdinand Porsche. Y, encima, se trata de la versión Speedster, aún más limitada -este, en concreto, fue fabricado hace casi 70 años (1956)-.
Cojo el tirador metálico, pulso el botón realizado en el mismo material y abro la puerta. ¿No te ocurre que cuando pasas por una panadería un apetitoso olor conquista tus fosas nasales? Pues lo mismo me ocurre con el olor a gasolina que emana el habitáculo... ¡Qué delicia!
Me tiro al bacquet, porque va muy pegado al suelo, y miro el puesto de conducción, que es igual de simple que el diseño de la carrocería, pero como esta, igual de atractiva incluso con su simpleza. El principal elemento, el que copa la mayor parte de la atención, es el magnífico volante Nardi cuyo precio ronda los 3.000 euros. Es de madera, por lo que al comprobar que los asientos carecen de cinturones de seguridad, tocar este nuevo amuleto me tranquiliza...
El puesto de conducción ha sido diseñado siguiendo la máxima de 'menos es más', y más en esta versión, pero siempre con las pinceladas de elegancia de los interiores de los 50.
Uno de los mecánicos, en concreto con el que acabé teniendo una agradable charla la noche anterior sobre clásicos y velocidad sin límite, me dice cómo debo arrancarlo: "Introduce, aprieta y gira la llave. Si solo giras, el motor arrancaría, pero al cabo de unos pocos kilómetros se estropearía". Es acabar la explicación y pienso en los 350.000 euros que no tengo, así que sigo al pie de la letra sus palabras con unos leves toques al pedal del gas.
Cómo por arte de magia, el motor boxer de cuatro cilindros comienza a trabajar, a sonar como una melodía perfectamente creada por el mejor de los compositores. Ese atrayente sonido clásico acaricia mis oídos, eriza el vello de mis brazos y barba y acelera mi corazón... Y eso que todavía no he rodado con él.
Debajo del salpicadero, a la izquierda, está el freno de mano. Es un tirador metálico que parece la empuñadura de un bastón. ¡Qué clase! Lo giro y se hunde. Libre. Presiono para abajo el pomo blanco de diminutas dimensiones, lo muevo para la izquierda y para arriba y el coche se mueve marcha atrás. Hago el mismo movimiento pero sin presión y, ahora sí...
Comienzo la prueba del Porsche 356 Speedster 1600A
Rodando con él en los primeros metros sabes que se trata de un coche muy especial: el sonido, el tacto de la dirección y el viento acariciando mi frente debido a la escasa altura del parabrisas podría sustituir a la llamada comúnmente la pastilla de la felicidad.
Todo se controla desde un volante muy fino, pero también muy grande -aunque me parece algo más pequeño que el del Porsche 911 964- que por su diseño y acabado pone la guinda al interior, pero que dirige las ruedas delanteras donde quieres.
Por su parte, los pedales del freno y del acelerador están muy juntos, por lo que tienes que andar con tiento para no presionarlos a la vez... cuando no lo desees.
Es difícil explicar con palabras la experiencia de conducir un coche como éste y, además, de hacerlo en un paisaje tan bonito como extraño. La mayor parte de las carreteras de la isla de Kona están escoltadas de coladas de lava seca. Si a este terreno lunar con paisajes deshabitados, rectas kilométricas, subidas, bajadas y curvas largas le sumas el sonido del motor boxer y las sensaciones que te aporta el vehículo, puedes estar seguro de que ni has tenido ni tendrás una experiencia al volante de un automóvil parecida.
Me desvío por la Estatal 190, donde imperan las curvas. Lo primero que llama la atención de este ligerísimo vehículo de 3.950 mm de longitud, 1.670 mm de anchura y 1.220 mm de altura es su ligereza. 760 kilogramos sobre la báscula hacen que el motor bóxer de cuatro cilindros, 1.582 cc y 60 CV, que empuja desde atrás, sea el complemento perfecto.
La potencia máxima aparece desde las 4.500 rpm y el par, 109 Nm, desde las 2.800 rpm. Por ese motivo juego con que la aguja del cuentarrevoluciones alcance la banda blanca que comienza en las 3.000 vueltas y que finaliza en el corte -es la que indica el rango de par máximo-. Parece mentira cómo acelera. Entiendo perfectamente cómo un gran número de unidades se utilizaron para su uso en circuito.
Las señales de la carretera marcan 110 km/h de velocidad máxima, por este motivo, porque mi unidad carece del interruptor con el que Steve McQueen apagaba las luces de la matrícula para huir de la Policía en sus escapadas nocturnas y porque no quiero ni hacerle el más mínimo rasguño a una joya de tanto valor... Bueno, y porque el asiento prescinde de cinturón de seguridad -después de tantos años cotizando quiero disfrutar de una inmerecida jubilación-, no supero esa velocidad, aunque podría alcanzar los 160 km/h según su ficha técnica.
Es sensacional lo ágil que es, lo que transmite su dirección, que es pesada, pero más ligera que la del Porsche 914. También cumplen en carretera los frenos de tambor que están ocultos detrás de esos preciosos embellecedores cromados que podrían servir de espejo por lo fiel que reflejan la realidad. Estos están anclados en las llantas de aluminio que son agarradas por unos estrechos neumáticos con medidas 165 R15. Y digo que realizan tu trabajo sin tacha en carretera porque en poblado, en grandes pendientes de bajada continua, dónde es necesario circular a baja velocidad, sufren. Su pérdida de eficacia y el olor así lo atestiguan.
Porque los bacquet también podrían parecer otro elemento de sufrimiento, de tortura, aunque en este caso para el conductor, pero después de una prueba de hora y media, mi cuerpo no se ha resentido lo más mínimo. Buen trabajo también, sin duda, el de la suspensión, que, recuerda, es de los años 50.
El cómico estadounidense y gran coleccionista de Porsche Jerry Seinfeld -tiene tres 356 entre otros muchos modelos de la firma de Stuttgart-, mantiene: "Existen cuatro elementos que sumados consiguen una buena experiencia de conducción: el coche correcto, en la carretera correcta, en el día correcto y con el humor correcto". En esta prueba del Porsche 356 Speedster 1600A lo ha clavado, aunque con las dos primeras variables, en este caso, era difícil fallar...
Ficha técnica Porsche 356 Speedster 1600A | ||
Motor | Cilindrada | 1.571 cc |
Cilindros Disposición |
4 cilindros opuestos Trasera |
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Potencia máxima | 60 CV a 4.500 rpm | |
Par máximo | 109 Nm a 2.800 rpm | |
Alimentación | Tipo | Dos carburadores Solex |
Transmisión | Caja de Cambios | Manual de 4 velocidades |
Tracción | Trasera | |
Suspensión | Delantera | Suspensión Volkswagen de brazos oscilantes paralelos, amortiguadores telescópicos Boge barra estabilizadora de 15 mm |
Trasera | Suspensión Volkswagen de brazos delanteros con barras de torsión amortiguadores hidráulicos |
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Frenos | Delanteros | Tambor / 280 mm |
Traseros | Tambor / 280 mm | |
Dimensiones | Longitud | 3.950 mm |
Anchura | 1.670 mm | |
Altura | 1.220 mm | |
Distancia entre ejes | 2.100 mm | |
Depósito | Capacidad | 52 litros |
Peso | Peso | 760 kg |
Prestaciones | Velocidad máxima | 160 km/h |
Aceleración 0-100 Km/h | 14,3” | |
Consumo | Medio | 8,1 l/100 km |
Ciudad | n.d. | |
Carretera | n.d. | |
Producción | Unidades / Años | 1.171 / 1956-1958 |
Precio | Precio en la época | 2.995 dólares (unos 2.800 euros) |
Fotografías: Andi Hedrick