La historia del Porsche 911 comienza con un modelo distinto y una nomenclatura distinta. El prototipo que dio lugar al ‘nueveonce’, el vehículo que supuso el enlace entre el exitoso 356 y el que sería todavía más importante para la historia del automóvil fue el Porsche 754.

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Corría la década de los 50, concretamente a finales, y en Porsche se pensaba y trabajaba en crear un reemplazo para el mencionado 356. Con Ferry Porsche, hijo de Ferdinand Porsche, al mando, la marca alemana todavía carecía de un departamento de diseño propio, por lo que recibían propuestas por parte de distintos ingenieros y diseñadores de renombre. El único requisito establecido era que tuviera una carrocería que recordara los elementos característicos de su predecesor.

Propuestas hubo muchas, y de muy buena factura, pero ninguna de ellas consiguió convencer a Ferry, que consideraba que ninguna tenía ese algo necesario para que el siguiente Porsche marcara las diferencias. Por suerte para el fabricante (y también para el mundo del motor), en 1957 entro a trabajar en la firma Ferdinand Alexander, hijo de Ferry, que en el 59 propuso un diseño cupé que convenció a la cabeza pensante de Porsche y que vio la luz en 1960 como un modelo de cuatro plazas, el Porsche 754.

Porsche 754

Es fácil confundirlo con el primer 911 puesto que el 754 sentó todas sus bases estéticas: su silueta es fácilmente reconocible, la zaga alargada y un frontal con elementos indispensables, como el capó unido entre los laterales, que culminaban en unos faros redondos ligeramente inclinados hacia atrás.

Sin embargo, respecto al prototipo inicial hubo que hacer algunos cambios. El más importante fue cambiar la configuración interior inicial, de un cuatro plazas a un 2+2 que mejoraba la habitabilidad de los asientos delanteros en detrimento de los traseros, lo que además permitió estilizar la carrocería en la zaga, obteniendo el característico estilo fastback del modelo. La otra modificación relevante consistió en reducir su distancia entre ejes de los 2.400 a los 2.200 mm.

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Para darle vida se optó por el motor de un 356 Carrera 2, básicamente un propulsor de carreras que era demasiado ruidoso como para que los clientes lo aceptaran. Por ese motivo fue reemplazado por un bloque de seis cilindros y 2,0 litros de cilindrada que, eso sí, respetó los 130 CV de potencia del motor original. También estrenó la lubricación por cárter seco, propuesta por Ferdinand Piëch, para mejorar la distribución de combustible.

De esta manera, ya en 1963 el Porsche 754 estableció las bases de lo que sería el primer Porsche 911, tanto a nivel estético como a nivel mecánico, esto último algo que se mantuvo inalterado hasta que en 34 años después se saltase a la refrigeración líquida.

Porsche 754

Fuente: Porsche Everyday.

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