El motor Wankel supuso un antes y un después para Mazda. Se conmemora el 50º aniversario del lanzamiento del primer modelo con motor rotativo de la marca, el Mazda Cosmo Sport, un deportivo que permitió que la firma japonesa pudiera ser reconocida a nivel mundial por sus nuevos automóviles y no solo como un fabricante de vehículos industriales y utilitarios. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, Mazda nos ha brindado otros brillantes deportivos dotados de esta singular mecánica sin pistones.
Corría el año 1967 y en Estados Unidos ya se vivía una verdadera revolución en la industria automotriz con el nacimiento de los primeros pony cars, como bien muestra la Historia del Ford Mustang o estos particulares Chevrolet Camaro, los eternos rivales. Pero no solo en suelo norteamericano estaba cambiando el juego, ya que en Japón se preparaba el lanzamiento del Mazda Cosmo Sport, un modelo que en el resto de mercados se conocía como 110S, y era el primer deportivo de Mazda.
Una producción de solo 1.519 ejemplares permitió definir un punto de inflexión no solo para el fabricante, sino también para la industria. Sin embargo, fue presentado en el Salón de Tokio de 1964 y un total de 80 ejemplares de preproducción fueron desarrollados para el departamento de pruebas de la marca y para los concesionarios entre 1965 y 1966, quienes los someterían a exhaustivas pruebas y test en carretera durante miles de kilómetros antes de lanzar el modelo definitivo. La producción comenzaría un año más tarde a la orden de una unidad diaria hasta 1972.
El Mazda Cosmo Sport estaba dividido en dos generaciones, la Serie I y la Serie II. El primero equipaba un motor de dos rotores de 982 cc que entregaba 110 CV (de ahí su denominación internacional) gracias a un carburador de cuatro cuerpos Hitachi y a una transmisión manual de cuatro relaciones. Mientras tanto, la segunda generación vio la luz en julio de 1968 y fue la más longeva. Su motor fue mejorado hasta los 130 CV y su par motor era de 140 Nm, mientras que la transmisión era una manual de cinco relaciones. Se incrementó la distancia entre ejes en 38,1 cm, mientras que su aumento de potencia le permitía alcanzar una velocidad punta de 193 km/h.
En 1968, Mazda decide competir con el Cosmo Sport en una de las pruebas más duras de Europa que serviría para determinar la durabilidad de sus dos rotores, las 84 Horas de Nürburgring. El motor recibió una serie de ajustes en las dos unidades con las que participarían en competición y su potencia se limitó a 130 CV para garantizar su integridad durante la larga carrera. Una de las dos unidades se retiró en la hora 82 de carrera por un problema con el eje cuando circulaba en quinta posición, mientras que el otro ejemplar consiguió terminar en cuarta posición.
Pero el Cosmo Sport no fue solo un modelo en los libros de historia de Mazda, sino que permitió que conociéramos otros vehículos emblemáticos de la marca, como el Mazda MX-5 (prueba) y el legendario Mazda RX-7. Este último dominó las carreras dentro de su categoría de la IMSA (International Motor Sport Association) durante los años 80. Sin embargo, el motor rotativo de Mazda aún no había dicho su última palabra y se encaminaba al mayor de sus éxitos con la entrada de la década de 1990.
En junio de 1991, el Mazda 787B equipado con un motor rotativo de 2,6 litros y cuatro rotores, cruzaba en primera posición la línea de meta de las 24 Horas de Le Mans. Esta victoria supuso un hito en la historia de la mítica carrera, ya que supuso la única vez que ha ganado un coche con motor sin pistones. Las prestaciones del motor R26B del 787B de Mazda aún son recordadas, con inyección periférica y tres bujías por rotor, entregaba 710 CV de potencia a 9.000 rpm.
Además, las carreras de resistencia suponen un desafío no solo para los pilotos, sino también para los motores, ya que son sometidos a un gran estrés durante 24 horas ininterrumpidas. La edición de 1991 supuso que solo 12 de los 38 coches que tomaron la salida pudieran completar la carrera y el 787B conquistó la primera y la sexta posición, mientras que un 787 del año anterior firmó la octava plaza. Una vez terminada la carrera, los ingenieros desmontaron el motor del coche ganador y dijeron que estaba en tan buen estado que podría haber corrido otras 24 horas. Completó su actuación tras 362 vueltas, 4.932 kilómetros a una velocidad media de 205,38 km/h.
En 1992, el Mazda 787B campeón de las 24 Horas de Le Mans con su decoración en verde y naranja, el máximo esplendor del motor Wankel desde sus inicios en el más modesto Mazda Cosmo Sport 25 años antes, fue a parar al museo de Mazda en Hiroshima. Ese mismo año cambió la normativa de la carrera, la cual limitaba la cilindrada de los motores, lo que suponía que el motor rotativo era desterrado de Le Mans. Hasta la fecha, es la primera victoria de una marca asiática en esta dura prueba de resistencia.