La NBA es una liga por la que han pasado personajes de todo tipo, hasta tal punto que a mediados de los 2000 el comisionado por aquel entonces (David Stern) incluso tuvo que imponer un código de vestimenta porque las cosas se estaban saliendo de madre. Antes de ello, sin embargo, jugó en la mejor liga de baloncesto del mundo uno de los jugadores más excéntricos de la historia: Dennis Rodman.

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Recordado, además de por su soberbia habilidad para rebotear, por sus tintes de pelo, historias dentro de la prensa amarilla y sus habituales salidas de tono; su difícil y llamativa personalidad también quedó plasmada en sus monturas, siendo el más claro ejemplo su Lamborghini Gallardo.

El deportivo italiano, visto desde la perspectiva actual, era mucho más sencillo y menos agresivo que los Lamborghini que se venden hoy en día, pero el ala pívot consiguió darle su toque para que no dejara indiferente a nadie.

Para empezar, lucía una pintura bitono para la carrocería, con un sencillo negro en la parte inferior y un dorado con motas que reflejaban la luz en al superior, lo que de base ya hacía que fuera bastante llamativo.

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Pero lo que se llevaba la palma (y que además era un reflejo de la cultura tuning de la época) es que en los laterales llevaba pintados detalles como dados envueltos en llamas… o su propia cara, gritando y también en llamas.

Lo de Rodman nunca fue la discreción y fue algo que también dejó claro en su Huracán, aunque al deportivo en realidad no le hacía falta tanto adorno para ser el centro de atención: montaba un motor 5.0 V10 atmosférico que desarrollaba 500 CV de potencia y le permitía superar los 300 km/h de punta.

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