En la actualidad, Volkswagen se ha convertido en uno de los referentes en Europa en la movilidad eléctrica. Sin ir más lejos, acaba de presentar su tercer modelo de producción 100% eléctrico, el Volkswagen ID.5. Pero el camino de la marca alemana hacia la electrificación viene de más atrás. Hay que remontarse a principios de los 90, cuando Volkswagen probó un Golf eléctrico y una Elektro-Multivans en una ‘isla eléctrica’.
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A comienzos de esa década, con una Alemania ya unificada tras la caída del muro de Berlín, el gobierno solicitó a los fabricantes nacionales explorar los límites que permitía la tecnología en aquella época para desarrollar coches eléctricos. Para ello, Alemania utilizó como espacio de prueba la isla de Rügen, la más grande del país, ubicada en el Mar Báltico. Esta isla tenía una demanda diaria de transporte que se adaptaba bien a los rangos de autonomía eléctrica de la época y buena parte de su energía eléctrica provenía de fuentes eólicas.
El Golf eléctrico y la Elektro-Multivans de Volkswagen

Al utilizar energía procedente del viento, los coches eléctricos utilizados tenían una huella de carbono muy baja. En total, los diferentes fabricantes alemanes aportaron 60 vehículos eléctricos entre 1992 y 1996, de los cuales, 19 eran coches y furgonetas de Volkswagen.
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De esos 19 vehículos, nueve correspondían al Golf III CitySTROMer, que era una evolución de prototipos eléctricos anteriores con algunas innovaciones, como un motor síncrono de corriente alterna, ubicación flexible de la batería y la capacidad de utilizar una variedad de químicos en la batería, como gel de plomo, ácido de cloruro de sodio y níquel.
Mucho camino por recorrer
Los diez restantes se correspondían con la Volkswagen Elektro-Multivans, que equipaba una tecnología similar. Debido a la baja densidad de energía, el Golf CitySTROMer sólo desarrollaba alrededor de 21 caballos, con un rango de autonomía de aproximadamente 88 kilómetros. Una cifra limitada, aunque suficiente para la mayoría de los desplazamientos en Rügen.
Durante los tres años que duraron las pruebas, muchos residentes de la isla recorrieron decenas de miles de kilómetros con el Golf y la furgoneta eléctricos. Sin embargo, el experimento demostró que todavía quedaba mucho por recorrer, ya que eran necesarias baterías de mayor alcance, más potencia para los motores e infraestructuras de recarga.