Vivimos en la era de la obsolescencia programa: cambiamos de móvil cada 18 meses (perdón, de smartphone), no ha pasado ni un año y nuestra televisión está anticuada, hemos tenido que reparar más veces la lavadora que nuestros padres en toda su vida… Las cosas, simplemente, ya no están hechas para durar, suponemos que es lo que tiene el consumismo. Por eso, cuando algo (sea lo que sea) permanece y aguanta el paso del tiempo, es digno de admiración. Si ese algo, además, es sometido a un uso intensivo y sigue resistiendo, se merece el doble de aplausos. Así que hay que ir calentando las manos para este Mercedes 200 D W124.
A primera vista no tiene nada de especial, se trata de otro modelo más de la antigua etapa de Mercedes, aquella en la que sus coches eran considerados solo para señores mayores. Pero una época, también, en la que la fiabilidad alemana se ganó su fama y, a tener de los hechos, con razón: lleva a sus espaldas y un millón de kilómetros –la marca hace algunos de los coches más fiables de segunda mano-.
Una hazaña al alcance de muy pocos que ha conseguido Michael Nickl, un ingeniero de la marca alemana. Lo curioso es que ha aguantado todo este tiempo debido a un meticuloso mantenimiento, pero el propio Nickl afirma que “para mí, mi coche es un objeto de uso. Rara vez lo lavo”.
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Remontémonos al principio de la historia. Corría 1992 y Michael acababa de terminar de devolver su préstamo de estudiante, lo que le permitió disponer de dinero para comprar su primer coche. Trabajando ya en la compañía alemana, el descuento de empleado le permitió hacerse con el modelo aunque, eso sí, su presupuesto le obligó a adquirir una de las versiones más “peladas”: color azul básico para la carrocería, tapicería de tela gris, cierre centralizado, radio, reposabrazos central y, como elemento destacado, techo de cristal eléctrico.
Tampoco es que fuera un prodigio mecánico, en cuanto a prestaciones, claro está, su fiabilidad ya ha quedado de sobra demostrada: apenas 75 CV y 126 Nm de par máximo. La contrapartida positiva es que su consumo medio en todo este tiempo ha sido de solo 6,0 l/100 km.
Lo cierto es que para Nickl iba a ser un coche de paso, siendo su idea revenderlo al año de haberlo adquirido, ya que con los descuentos de empleado, era fácil sacar incluso beneficios al vehículo. Pero no resultó así: “En 1993 comenzaron las primeras sospechas de que los diesel provocaban cáncer. Esto provocó una cada enorme de los precios”, comenta. Así que como no pudo venderlo, “me lo quedé y seguí conduciéndolo”.
Y vaya si lo condujo. Sus compañeros se reían de él diciéndole que era imposible que llegase a los 500.000 kilómetros. Una vez se tragaron sus palabras, las mofas apuntaban al millón, y de nuevo tuvieron que recular.
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Quizá lo más llamativo sea el hecho de que el Mercedes 200 D W124 se ha librado de problemas mecánicos importantes durante gran parte de su vida. Solo en 2003 tuvo una avería en el embrague, a lo que le siguió en 2004 un accidente por alcance que obligó a cambiar parrilla, capó y faros delanteros.
Aunque la palma se la lleva la minuciosidad con la que Nickl ha registrado cada gasto que ha supuesto el coche arrojando, tras 26 años, una cifra que da que pensar por la cantidad de dinero que supone mantener un vehículo en condiciones: 58.563,26 euros para mantenimiento y 53.786,28 para combustible.