Hasta al más pintado en materia de automóviles hay algún coche que se le escape, un modelo del que no ha oído hablar por más espectacular que este sea. Y es posible que entre ellos se encuentre el Autozam AZ-1, el deportivo más pequeño del mundo que fue, además, un auténtico fracaso comercial.
Antes que nada hay que darse cuenta de que estamos ante un tipo de coche que ni europeos ni americanos estamos acostumbrados a ver, ya que se trata de un kei-car. Este segmento exclusivo del mercado japonés se caracteriza por vehículos de tamaño reducido, potencia limitada y, por norma general, diseño tipo ‘boxy’ para maximizar el espacio interior. Sin embargo, aunque sea menos común, también hay hueco para los deportivos. Estos, aunque con un diseño mucho más agraciado, siguen estando limitados por las mismas restricciones.
Una vez en situación, miramos al pasado, concretamente a finales de la década de los 80, donde este tipo de vehículos estaba en eclosión y Mazda se puso a dar vueltas a cómo poder sacar beneficio y quedarse con su parte del pastel. La solución que encontró fue unir fuerzas con Suzuki, que ya había desarrollado un par de prototipos, y trabajar de forma conjunta.
La alianza dio resultado pronto, con tres concepts que se presentaron en el Salón de Tokio de 1989, nombrados como A, B y C, siendo el primero el que se llevó a producción. A nivel visual no hubo que realizar muchos cambios, aunque sí que llegaron modificaciones estructurales de mayor calado cuando vio la luz en 1992 como modelo de serie: había nacido el Autozam AZ-1.
Su chasis de aluminio pasó a ser uno tubular de acero y en la zaga, ubicado en posición central trasera, iba un motor tricilíndrico turbo de 657 cc. que mandaba la potencia a las ruedas traseras. Su peso en seco era de solo 720 kilos y sus dimensiones realmente compactas: apenas 3.295 mm de largo, 1.395 mm de ancho y 1.150 mm de alto, con una distancia entre ejes de 2.235 mm.
Su diseño era bastante llamativo, con la carrocería bitono en dos partes para la mitad superior y la inferior, un frontal sencillo con faros redondos y una toma de aire en el capó, una zaga con pilotos circulares y un alerón fijo que abarcaba todo el ancho y un lateral con branquias a lo Ferrari delante de los pasos de rueda traseros, aunque eran sus alas de gaviota lo que más destacaba del conjunto.
Era bonito y entraba dentro de lo esperado para un kei-car japonés pero, como ya hemos dicho, fue un fracaso de ventas. ¿A qué se debió? Por un lado, era más caro que sus rivales directos (véase Suzuki Capuccino y Honda Beat) a lo que sumó la recesión económica en el país nipón, lo que hizo que sus potenciales clientes vieran mermado su poder adquisitivo y renunciaran a caprichos como el Autozam AZ-1, que apenas estuvo tres años a la venta.