Hoy es el mayor fabricante de motos del mundo y uno de los diez mayores de automóviles. Pero los inicios de Honda, allá por los años 40, fueron de lo más humildes y pintorescos. De esos que acaban generando leyendas urbanas y mitos fundacionales. Porque la historia de Honda comenzó nada menos que instalando motores de radios descartados a bicicletas. Casi nada como evolución.

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Según lo que relata la propia compañía, todo empezó nada más acabar la Segunda Guerra Mundial, en el Japón ocupado por tropas estadounidenses. La anterior empresa del fundador, Soichiro Honda, acababa de ser arrasada por los bombardeos, y la nueva arrancaba su actividad en una situación muy difícil en la ciudad de Hamamatsu, entre Tokio y Osaka. Era extremadamente difícil procurarse comida, transporte y servicios básicos, pero curiosamente abundaban los productos militares descartados. Estos podían conseguirse a precio de ganga.

Los motores auxiliares para bicis habían empezado a aparecer dada la escasez de motos, coches y autobuses, y Soichiro, un apasionado del motor y mecánico con mucha visión financiera, se propuso crear su propia versión. Entonces, por casualidad, estando de visita en casa de un amigo, se encontró un pequeño generador diseñado para las radios militares del ya disuelto Ejército Imperial, fabricado por la empresa Mikuni Shoko. Como llevaba tiempo buscando material para su proyecto, se dio cuenta enseguida que el reducido tamaño y peso de este propulsor eran perfectos para una bicicleta.

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Honda pronto creó el primer prototipo de su bici motorizada con ayuda de esta pieza y (como le gustaba recordar) con una bolsa de agua caliente haciendo las veces de depósito de gasolina. Su primer piloto de pruebas (y primera responsable de marketing, digamos) fue su mujer, Sachi, a la que el ingeniero hacía recorrer las calles de la ciudad a bordo de su invento. Su idea era que la gente la viera y comentara lo pequeño que era el motor. Tras varios prototipos y tras comprar todos los excedentes de motores de radio al fabricante, en octubre de 1946 salió a la venta la ‘motobici’ de Honda.

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Años después, los dos cónyuges contarían historias totalmente divergentes sobre cómo ocurrió todo aquello. «Mi esposa salía con su bicicleta a comprar arroz en el mercado negro, pero no encontró nada. Se enfadó y me dijo que esta vez iría yo. Así que cogí un pequeño motor que tenía por ahí y se lo instalé en la bicicleta. Dicho así suena simple, pero llevó bastante faena. Para hacer un depósito necesitaba una chapa de estaño, imposible de encontrar en aquella época. Así que fui al mercado nocturno y compré una bolsa de agua caliente», recordaba él en una clara idealización.

Ella, más realista, afirmaba que un día vino «con una de sus máquinas» y le dijo que intentara montar. «Después contó que lo había hecho porque no soportaba verme hacer tanto esfuerzo sobre la bici para ir a buscar comida, pero eso es sólo una historia que se inventó para hacerlo sonar mejor, aunque quizá fue una parte de su motivación». La señora Honda, que no tenía muchos pelos en la lengua, también solía decir que su marido la usaba «como conejillo de Indias» y que la hacía «recorrer las calles principales de la ciudad, llenas de gente», para que la vieran.

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Pero el caso es que el invento causó furor, y pronto se popularizó bajo el nombre de ‘chu-chu’, por el ruido que hacía. Se vendieron nada menos que 1.500 unidades. En 1947, las existencias del generador Mikuni se agotaron, así que Honda se vio obligada a diseñar su propio motor. Fue el A-Type, el primer producto serio de la compañía.

Si el anterior había sido ‘chu-chu’, este se bautizó como ‘pon-pon’, y diversas tiendas comenzaron a vender bicis con él ya instalado. Algunas incluso construyeron cuadros especialmente reforzados. Y, ante este éxito, como es lógico, aparecieron los imitadores: más de 40 solo en Hamamatsu. En 1948, ya llamándose Honda Motor, la empresa por fin lanzó su primera motocicleta, la famosa D-Type, primera en llevar el sobrenombre ‘Dream’. Y la antecesora de la Super Cub C100, el vehículo autopropulsado más vendido de la historia, con más de cien millones de unidades. Lo que demuestra que al éxito se puede llegar de muchas y muy diversas maneras.

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