Las alianzas del sector de la automoción pueden ser de lo más particulares y, si bien es cierto que estamos acostumbrados a ver patrocinios de casi todo tipo en el mundo de la competición, hay algunos que no dejan de sorprender, como por ejemplo el acuerdo entre Renault y nada menos que Disneyland París que dio como resultado el Renault Reinastella.
El modelo representaba la visión de futuro de la marca francesa, concretamente ofrecía un adelanto de cómo pensaba que serían los coches en el año 2328, pero lo cierto es que su concepción tuvo lugar para formar parte de la atracción Visionarium del parque temático, en cuya entrada estuvo expuesto desde que se inauguró, en 1992, hasta que en junio de 2002 acabó el acuerdo entre ambas entidades.
Teóricamente se trataría de un automóvil volador desarrollado con tecnología biomecánica puntera, utilizando materiales sintéticos de última hornada y funcionando con un combustible denominado como ‘PlasmElf’ (debido al fabricante de aceites). Esto le permitiría flotar a 15 centímetros del suelo para circular por la ciudad a velocidades de hasta 50 km/h, aunque fuera de esta podría alcanzar alturas de hasta 150 metros y viajar a 300 km/h.
Renault ya se adelantó a las tendencias actuales anticipaba un sistema de inteligencia artificial que se encargaría de la conducción y a la que se le podía dar órdenes mediante comandos de voz.
Como con todos los elementos del parque de Disney, se creó incluso una historia ficticia para el modelo. En ella, durante el desarrollo del coche al parecer hubo accidentes, uno de ellos llevando a la desaparición de una de las mulas de pruebas con dos personas dentro. Cuando se encontró el vehículo dos días después, no había ningún rastro de ellas. Tras estudiar el caso, se llegó a la conclusión de que un error de funcionamiento llevó a que el Reinastella absorbiera a sus dos ocupantes.