Fue un coche verdaderamente especial en una época ya de por sí especial. El Mercedes 190 E 2.3-16 debutó en 1983 como la primera berlina deportiva de la marca de la estrella, con motor Cosworth, y en su vida hizo de todo. Participó en el mítico grupo A de rallies, ganó el Campeonato Alemán de Turismos (DTM) casi 10 años después, lanzó la carrera de Ayrton Senna... Pero una de las mejores historias de este coche (y de las menos conocidas) es cómo, justo antes de presentarse, reventó 12 récords en poco más de una semana.
Fue entre el 11 y el 21 de agosto en el circuito italiano de Nardò, y no fueron de velocidad, sino de resistencia. Tres vehículos idénticos se pusieron entonces en marcha para perseguir otras tantas plusmarcas mundiales en esta pista oval de 12,6 km. Las de 25.000 km, 25.000 millas y 50.000 km. Toda una hazaña para los pilotos, que tuvieron que aguantar horas y horas en pleno verano en el sur de Italia. Lo que significaba temperaturas de 40 grados en el exterior, que en el interior se traducían en más de 50 grados.
Los coches tenían muy pocas modificaciones respecto a la versión que poco después llegaría al mercado. Su propulsor era el mismo, de 2.3 litros y cuatro cilindros de cuatro válvulas cada uno (16 en total), que desarrollaba 185 CV. Aunque, eso sí, los sistemas de inyección y de encendido se adaptaron a las circunstancias que iban a encontrarse. Y al radiador, que era idéntico, se le quitó el ventilador, porque a esas velocidades bastaba con el aire que entraba naturalmente.
Además, para ganar en peso, Mercedes tampoco instaló la dirección asistida. Y se realizaron unas pocas mejoras aerodinámicas que les permitían alcanzar una velocidad punta de 250 km/h (en el de producción era de 230 km/h), aunque su imagen global era perfectamente reconocible.
Fiabilidad absoluta
La prueba era importante para Mercedes porque debía demostrar que el motor Cosworth podía funcionar a todo gas durante esas distancias y de manera continua sin dar problemas. De hecho, los pilotos los condujeron a todo lo que daban y siempre a unas 6.000 rpm, para tratar de conseguir los récords.
Y, finalmente, tras días y noches larguísimos, los tres cayeron uno detrás de otro, así como otros nueve de regalo en su categoría (automóviles de gasolina entre 2.000 y 3.000 cc). La marca más importante, la de los 50.000 kilómetros, se fijó en 201 horas, 39 minutos y 43 segundos. Es decir, algo más de ocho días completos.
No extraña, por tanto (y menos sabiendo lo concienzudos que son en la marca alemana), que Mercedes aprovechara la prueba para realizar test psicológicos. Los pilotos que habían estado sometidos a esas condiciones tan severas y en un entorno tan controlado sirvieron de 'conejillos de indias' para saber qué nos pasa cuando conducimos muchas horas bajo estrés. Una valiosa información que sirvió para desarrollar más tarde sistemas de ayuda a la conducción. Así que se puede decir que el Mercedes 190 E 2.3-16, la berlina revienta-récords, también fue clave para hacernos viajar seguros.