Casi se podría considerar una de las maravillas del mundo. El Botafumeiro de la Cateral de Santiago, ese enorme incensario utilizado como instrumento purificador de las miles de almas que se reúnen en el templo, sigue maravillando a los presente más de 800 años después. Pero hay un dato que seguro desconocías: el Botafumeiro alcanza más velocidad punta que un Citroën Ami.

Cuando termina la Comunión, suena el himno del Apóstol en los órganos barrocos y es cuando entra en acción el Botafumeiro, realizando un espectacular recorrido pendular frente al altar mayor, hasta casi rozar la bóveda del transepto. El mecanismo que pone en movimiento el incensario, mediante poleas y la ley del péndulo, fue diseñado en el Renacimiento por el maestro Celma.

El Botafumeiro de la Catedral de Santiago alcanza más velocidad que un Citroën Ami

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Para ponerlo en marcha, hacen falta ocho ‘tiraboleiros’, como se conocen a los hombres que lo traen de la biblioteca, cargado de incienso y carbón. Cuando los ‘tiraboleiros’ atan el Botafumeiro a la maroma que pende frente al altar mayor, lo bombean con fuerza desde el punto más bajo de su recorrido. En apenas un minuto y medio, el incensario alcanza los 68 km/h y forma un ángulo de 82 grados sobre la vertical, describiendo un arco de 65 metros de amplitud a lo largo del transepto, durante 17 ciclos de vaivén.

Ver el Botafumeiro a 68 km/h es una de esas experiencias que te dejan boquiabierto y que nunca olvidas el resto de tu vida. 68 km/h es una velocidad considerable. Para ponerlo en contexto, uno de los microcoches urbanos más populares del momento y que se puede conducir sin carné (basta con la licencia de ciclomotor), el Citroën Ami -por cierto, aquí tienes la prueba del Citroën Ami por las calles de Madrid-, alcanza una velocidad máxima de 45 km/h con su pequeño motor eléctrico de 8,2 CV. Por tanto, se puede decir a boca abierta que el Botafumeiro de la Catedral de Santiago es más rápido que el Citroën Ami.

Un ritual desde siglo XII

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Turismo de Santiago

El Botafumeiro de la Catedral de Santiago ya se menciona en el Códice Calixtino como Turibulum Magnum, por lo que el ritual se remonta, al menos, al siglo XII. Ya en el siglo XV, el rey de Francia Luis XI financió la construcción de un incensario de plata. Ironías del destino, aquel incensario fue robado en 1809 por las tropas del ejército napoleónico en el contexto de la Guerra de la Independencia contra Francia de 1808 a 1814, primer periodo revolucionario liberal español que terminó con la proclamación de la Constitución de Cádiz de 1812 y la victoria frente a los franceses.

Actualmente, existen dos incensarios: el más antiguo data de 1851, creado por José Losada. Mide 160 metros de altura, está hecho de latón bañado en plata y pesa 62 kg. El segundo es de 1971 y es una réplica del anterior, obsequio de los Alféreces Provisionales a la Catedral.

Imágenes: Turismo de Santiago

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