Pocas cosas buenas pueden salir de un régimen racista tan brutal como el Apartheid. Uno estaría tentado de decir que ninguna, pero como la Alemania nazi se empeñó en demostrarnos (ahí está el Beetle), la mecánica, a veces, es una excepción. Y hay casos más cercanos, como el que hoy nos ocupa. El BMW 333i E30, el exclusivo M3 sudafricano que en los años 80 contó con un ‘empujón’ de los ingenieros de Alpina y hoy se encuentra entre los más codiciados.
Como publicaba hace ya un tiempo el portal Escudería, este coche tan especial surgió por dos motivos. Los dos consecuencia de la presión internacional a la que estaba sometida Sudáfrica en aquel momento. Por un lado, en Alemania se estaba gestando la llegada del BMW M3 E30. Un coche que se había desarrollado sobre todo para competir en el Grupo A de turismos, cuyas reglas de homologación implicaban fabricar 5.000 unidades. Poco sospechaban entonces el éxito que tendría aquella primera generación de la berlina deportiva (para muchos, aun hoy, la mejor). Esta era una delicia ágil y aerodinámica, con un motor de 4 cilindros en línea y 16 válvulas, con 2.3 litros de desplazamiento, que erogaba 200 CV.

Sudáfrica era por aquel entonces un mercado importante para el fabricante bávaro. Pero justo en septiembre de 1985, la Comunidad Económica Europea (el germen de la UE) impuso una serie de sanciones al Apartheid. Lo que hacía casi imposibles las exportaciones de un vehículo así. Por otro lado, en los rallies del país africano todavía regían las normas del vetusto Grupo 1, que en el resto del mundo había sido superado cuatro años antes, en 1981. Y adaptar el M3 para competir allí hubiera supuesto un quebradero de cabeza.
Fabricación local, diseño global
La solución que encontraron en Múnich fue la de crear un coche específico, un M3 sudafricano que se ensamblaría en la planta de Rosslyn, cerca de Pretoria, abierta desde 1978. Así, se convertiría en un producto ‘local’, con lo que esquivaría las sanciones. Sin embargo, gran parte del trabajo no se hizo precisamente allí, sino en BMW Motorsport y en Alpina, la conocida empresa de modificación ligada al grupo bávaro (aunque independiente).
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Sobre el ligero chasis del M3, al 333i E30 se le montó un motor de BMW conocido como ‘Big Six’. Un bloque gigantesco proveniente de la Serie 7 (733i), de 3,2 litros, con 6 cilindros en línea y una potencia, por otra parte, similar a la del modelo alemán: 201 CV. El par era de 284 Nm. Tanto espacio ocupaba bajo el capó que a los compradores de las apenas 200 unidades que se fabricaron se les presentó un dilema digno de ‘La decisión de Sophie’. Tenían que elegir entre aire acondicionado y dirección asistida, porque las dos cosas no cabían.
Alpina se encargó, como decimos, de un porcentaje no insignificante de los componentes: nuevos sistemas de escape y de admisión, discos de freno rallados, radiador… También dotó a este exclusivo M3 sudafricano de unas llantas específicas de 16 pulgadas. La mayoría de estos coches se utilizó para competir en carreras de turismos, por lo que hoy resulta muy raro ver salir uno a subasta. Aunque, eso sí, cuando lo hace, alcanza precios bastante elevados. En 2014, uno se vendió por unos 80.000 euros. Y eso que le faltaba o bien el aire acondicionado o bien la dirección asistida. Pero el coleccionismo es así de sufrido.