No todos los días se tiene la oportunidad de conducir un coche de rallies y aunque en mis casi tres lustros de periodista del motor he podido subirme a más de un modelo de esta apasionante competición, la mayoría ha sido siempre realizando un copilotaje. Algo de lo que no me quejo, ni mucho menos, puesto que para sacar el máximo jugo a este tipo de vehículos hacen falta manos y, sobre todo, que el responsable de la marca (el de la división correspondiente) no tenga sus ojos clavados en tu nuca como si fueras a cometer alguna maldad.
Pero en esta ocasión la confianza por parte de Opel era completamente ciega, lo cual es de agradecer más cuando el escenario escogido para la prueba de este Opel Kadett B Rallye 1900 Sprint era el Circuito del Jarama. Antes de que me maldigas, no te preocupes, el par de vueltas que dimos al trazado madrileño fueron únicamente para disfrutar, no para ponernos en la piel del sueco Anders Kulläng e ir de lado en cada curva.
A pesar de ello, los casi cuatro kilómetros del mítico trazado madrileño sirvieron para comprender qué es lo que sentía el propio Kulläng cuando volaba por cualquiera de los tramos en los que competía. Sin embargo, este Kadett B Rallye nació para satisfacer las necesidades de los conductores más ‘quemados’ y vibrantes de la firma del rayo.
Tanto con nuestro protagonista como con el Kadett C GT/E, Opel consiguió acercarse a un público más joven y emotivo, huyendo un poco del estereotipo de coche familiar que se había creado. Con el Kadett B se conseguía de alguna manera democratizar el espíritu de la competición casi al mismo nivel que el Kadett ‘normal’ había democratizado la conducción en el país teutón.
Un concepto ese, el de democratización, que chocaba con la única carrocería a escoger: la cupé. Porque el protagonista de nuestra tanda era fiel al origen deportivo del modelo y aunque en la actualidad vemos infinidad de modelos de corte familiar que rinden la misma potencia, o más, que un cupé, lo cierto es a un servidor, la esencia del término rallie la asocia únicamente con esta carrocería.
La llegada del Kadett B Rallye se produciría solo un año después de que Opel presentara al sucesor del Kadett A convirtiéndose, como decimos, en una de las versiones más populares de esta tirada, contribuyendo en gran parte a esas más de 2,73 millones de unidades vendidas del Kadett B entre 1965 y 1973.
Parte de culpa quizá la tuvieran, entre otros, la decoración en amarillo y negro de su carrocería o, cómo no, la cuádruple iluminación auxiliar colocada en el frontal típica de los vehículos de rallie para aquellos tramos de poca o nula visibilidad y que, pese a no ser coetáneo, seguramente consiga que por nuestra cabeza pase un fotograma del Audi Quattro S1 del Grupo 2.
En el habitáculo predomina una apariencia sobria, con un volante de gigantescas dimensiones y pocos diales informativos entre los que se encuentra uno que consigue centrar nuestra mirada: el del cuentavueltas. Marca 7.000 rpm y aunque somos conscientes de que ni de broma podremos exprimirle tanto, ya nos da buena cuenta de su potencial.
Nos enamoran los asientos, confortables pero con ese halo Racing que nos apasiona pero, eso sí, sin reposacabezas (eran otros tiempos) aunque con unos arneses de cuatro puntos que ¡venían de serie! Repetimos, eran otros tiempos. A ello se suma una jaula antivuelco que suprime las dos plazas traseras pero que le aporta un punto extra de rigidez y seguridad al conjunto. En definitiva, un conjunto perfecto creado para aportar solidez y complementar a un motor que nos encandila desde el arranque.
Hablamos de un motor gasolina de cuatro cilindros en línea, colocado en posición delantera longitudinal, con dos válvulas por cilindro, un árbol de levas central accionado por engranajes o un árbol de levas lateral accionado por cadena de distribución. Aunque en el Kadett B se ofertaba con diferentes cilindradas en el caso del Rallye 1900 el encargado de impulsarle era el 1.9 de 90 CV que, en su versión Sprint elevaba la potencia hasta los 106 CV girando a 5.600 rpm y acompañándolo de un par máximo de 160 Nm a 3.600 rpm.
Los primeros compases nos muestran su brioso carácter determinado igualmente por una caja de cambios manual de cuatro velocidades con un grupo más corto que el del Kaddett convencional y con autoblocante incorporado. Suave y precisa se convierte en el socio perfecto de nuestra montura y nos brinda un empuje contundente pero muy progresivo, sin exuberantes florituras pero con el poderío suficiente para acabar cogiendo mucha velocidad.
Circunstancia esta que nos lleva hasta el que quizá resultó ser uno de los puntos más críticos de esta prueba: la frenada. Acostumbrados a los coches modernos en los que a veces basta con rozar el pedal central para detenerse casi por completo, en el Kadett B Rallye 1900 Sprint era necesario ‘bombear’ con energía el freno para notar una ligera deceleración.
Es en ese momento cuando, con la calma de nuestro trayecto/demostración uno inevitablemente piensa en aquellos conductores circulando a velocidades altísimas, por tramos desconocidos, de poca visibilidad y cambios bruscos de rasante, trazada…, para no soltar un bravo bien alto mientras tú sigues pensando que te vas a quedar enganchado en la puzolana en el siguiente giro. Por tercera vez repetimos, eran otros tiempos.
Porque los 845 kilos de peso que cifraba este Kadett B Rallye le permitían obtener unas prestaciones más que sobresalientes para la época: 176 km/h de velocidad punta y un 0 a 100 km/h de 12 segundos. Míralo con los ojos de mediados de los 60 para darte cuenta de la magnitud de estas cifras.
Igualmente, conseguirás entender el éxito de este coche a poco que seas más generoso de la cuenta con el gas, porque lo raro será ir rectos. Como buen propulsión trasera que es y haciendo gala de esa extrema ligereza, la zaga tiende a descolgarse al menor toque de acelerador, siendo necesario juguetear con la dirección para colocarlo de nuevo en la trazada. A ello ayuda una suspensión deportiva y a una carrocería reforzada que aumenta la rigidez y la agilidad del cojunto.
En definitiva, la historia del Kadett no estaría completa sin citar esta versión Rallye que, en manos de conductores privados, obtuvo 222 increíbles victorias, consiguió 345 medallas de oro y 287 medallas de plata en 238 eventos. El Kadett B es un símbolo de cómo y por qué Opel se volvió popular obteniendo un éxito que dura hasta día de hoy. Porque el Kadett B y en concreto este Kadett B Rallye 1900 Sprint aglutina todo lo que uno puede desear en un vehículo: simpleza, orden, practicidad, elegancia o poderío… y todo en su perfecta medida.
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Ficha técnica Opel Kadett B Rallye 1900 Sprint (1972) | ||
Motor | Cilindrada | 1.897 cc |
Cilindros Disposición |
Gasolina 4 cilindros en línea |
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Potencia máxima | 106 CV / 5.600 rpm | |
Par máximo | 160 Nm / 3.500 rpm | |
Alimentación | Tipo | Carburador Weber 30 doble cuerpo Atmosférico |
Transmisión | Caja de Cambios | Manual, 4 velocidades |
Tracción | Trasera | |
Suspensión | Delantera | Independiente sobre doble trapecio y ballesta transversal |
Trasera | Eje rígido sobre muelles helicoidales | |
Frenos | Delanteros | Discos con sistema de dos circuitos y servofreno |
Traseros | Tambor | |
Dimensiones | Longitud | 4.182 mm |
Anchura | 1.573 mm | |
Altura | 1.405 mm | |
Distancia entre ejes | 2.416 mm | |
Maletero | Capacidad | N.D. |
Peso | Peso | 845 kg |
Prestaciones | Velocidad máxima | 176 km/h |
Aceleración 0-100 Km/h | 12,0 segundos | |
Consumo | Medio | N.D. |
Ciudad | N.D. | |
Carretera | N.D. | |
Producción | Años | N.D. |
Precio | Precio en la época | 2.379 euros |