En 1958 se empezó a diseñar el primer monocasco de Bentley y Rolls-Royce, destinado a sustituir a las carrocerías con chasis independiente. El resultado fue el Bentley T-Series (Silver Shadow para Rolls-Royce). El primer T-Serie, con chasis SBH1001, se utilizó como coche de pruebas y se utilizó para la presentación del modelo en el Salón del Automóvil de Paris en 1965. 59 años después, ha regresado a casa.

El Bentley Serie T más antiguo del mundo está de nuevo en Crewe. Tras una cuidada puesta a punto y conservando gran parte de sus componentes y equipamiento originales, pasa a formar parte de la Bentley Heritage Collection, compuesta por vehículos de calle y de competición que, en conjunto, describen los 105 años de historia de Bentley.

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Cuando se encontró bajo una funda en un almacén, el coche llevaba décadas sin funcionar y le faltaban varias piezas clave, incluido todo el interior. La importancia del coche como primer T-Series salido de la línea de producción, terminado en Shell Grey, motivó la decisión de volver a ponerlo en circulación, conservando tanto del coche original como fuera posible.

Después de que un grupo de aprendices de Bentley iniciara el proceso de desmontaje y evaluación del coche, la puesta a punto del T-Series se confió al equipo de expertos de P&A Wood, especialistas en la conservación y restauración de Bentley clásicos y socios de la empresa para los proyectos de la Heritage Collection. Louise Wood, hija del cofundador Andrew Wood, dirigió el proyecto, apoyada por el director de carrozados Dave Lowe, un veterano de P&A Wood con 23 años de experiencia.

El primer Bentley T-Series recupera su estado original

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Los elementos clave del tren motriz estaban en un estado sorprendentemente bueno. El motor cobró vida tras 15 años de silencio y sólo necesitó una revisión a fondo, mientras que la caja de cambios sólo necesitó un pequeño ajuste. El eje trasero también estaba en buen estado y sólo necesitaba juntas nuevas.

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Entre los principales retos a los que se enfrentó el equipo se encontraban la falta del salpicadero, la ausencia de molduras interiores, un cableado hecho pedazos sin un diagrama detallado, la corrosión alrededor del subchasis trasero y reparaciones anteriores de mala calidad practicadas con motivo de un accidente. Ante la escasez de piezas de repuesto disponibles, el equipo recurrió a un vehículo donante que estaba al final de su vida útil.

Un vehículo donante

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Pero las especificaciones del T-Series habían evolucionado con los años, por eso era importante que el donante fuera también un modelo antiguo. Se discutieron y estudiaron todos los detalles, hasta el logotipo correcto (Rolls-Royce) en las hebillas de los cinturones de seguridad y la ausencia de retrovisores.

El T-Series contaba con innovadores soportes de goma Vibrashock para mitigar las vibraciones y un control hidroneumático de la altura de conducción de dos circuitos, todo lo cual se revisó a fondo. Se sustituyeron todos los latiguillos hidráulicos y se restauraron componentes exclusivos, como las válvulas de distribución de los frenos. El recableado y el montaje del salpicadero resultaron ser una tarea de gran envergadura, que requirió mucho tiempo y perseverancia.

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Mientras tanto, se decapó la pintura, revelando un trabajo de reparación de accidentes mal ejecutado y espacios entre paneles irregulares. Uno de los faldones traseros estaba corroído y tuvo que ser sustituido, tras lo cual se aplicaron varias capas de imprimación 2k de alto espesor a todo el vehículo, lijando cuidadosamente cada capa una vez seca.

Un ejemplo de ingeniería revolucionaria

John Blatchley, el mismo que hizo el Continental R-Type, se encargó del diseño del Bentley T-Series, completando un nuevo diseño exterior para una carrocería monocasco de acero y aluminio. Mejoraba el espacio para los pasajeros del S3 anterior, pero el coche era ahora 17,7 centímetros más corto, 12,7 centímetros más bajo y casi 9 centímetros más estrecho.

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El Bentley T-Series fue elogiado como un claro ejemplo de ingeniería revolucionaria, al ser el primer modelo de la marca en prescindir de un chasis independiente, y su construcción relativamente ligera le proporcionó unas prestaciones impresionantes para sedán de lujo de 1965. Bajo el capó, había un motor V8 de 6,23 litros y 225 CV recién desarrollado, la mayor potencia específica por peso en aquel momento (1,2kg/CV). Esto le permitía acelerar de 0 a 100 km/h en 10,9 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 185 km/h.

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Las innovaciones de diseño incluían subchasis independientes para el motor y la transmisión, la suspensión, la dirección y el eje trasero, con los mencionados soportes de goma Vibrashock desarrollados para aislar el ruido de la carretera y las vibraciones. Bentley construyó siete prototipos que se sometieron a pruebas de resistencia de más de 160.000 km.

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En total, se fabricaron 1.868 unidades de la primera generación del T-Series, con un precio de venta antes de impuestos de 5.425 libras (6.424 euros). Teniendo en cuenta la evolución del IPC, ese precio equivaldría hoy, aproximadamente, a unos 215.000 euros. Felizmente, la historia del primer Bentley T-Series empieza ahora un nuevo capítulo al incorporarse a la Heritage Collection con su antigua matrícula del gabinete de prensa, 1900 TU.

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