A lo largo de la historia de la automoción hemos visto varios coches con motor de Fórmula 1. Vehículos preparados para circular por la vía pública exhibiendo unas prestaciones de infarto. Ahora bien, hoy te vamos a enumerar varias razones por las que no puedes poner un motor de F1 en un coche de calle. Así, los ejemplos que han existido cobran todavía más valor:
Arrancarlos es muy complicado
Los motores de Fórmula 1 están diseñados para traspasar los límites a los que llega la combustión interna. Es por eso que solo funcionan bien en unas condiciones muy determinadas. Para empezar, deben precalentarse. No arrancan en frío. Utilizan una bomba externa de agua y aceite que envía los fluidos a una temperatura que ronda los 80ºC a través de los conductos internos del propulsor.
Esto se debe a las pequeñas tolerancias con las que se fabrican estas mecánicas. Sencillamente, no funcionan por debajo de los 60ºC. Ahora imagínate en una fría mañana de invierno en enero: abróchate el cinturón y presiona el botón de encendido. Una de las grandes razones por las que no puedes poner un motor de Fórmula 1 en un coche de calle.
Resultan carísimos
Lo creas o no, el precio de un motor de Fórmula 1 supera los 7 millones de euros. Ni siquiera los fabricantes con más recursos económicos podrían justificar gastar tantísimo dinero en un motor para un coche de calle. Este coste deriva del grado de perfeccionamiento de los mismos, en los que los ingenieros exprimen hasta la última gota de potencia que hay en cada tuerca.
Además, utilizan componentes inimaginables para el día a día, como nitrógeno presurizado. Por suerte (y por reglamentación), ahora las escuderías tienen que disponer de un mínimo de fiabilidad. Porque en el pasado los equipos podían cambiar de motor en cada carrera, lo que significaba un período muy corto de potencia máxima a cambio de sacrificar la durabilidad.
Son difíciles de refrigerar
Si decides instalar el motor V6 de 1,6 litros de Lewis Hamilton en tu utilitario, seguramente tengas que llevar el sistema de refrigeración que va asociado a él. Lo malo es que deberías recalcular el espacio que tiene tu vehículo para el radiador, porque uno del tamaño estándar no puede evitar que un motor de Fórmula 1 se sobrecaliente.
Es necesario que estén en contacto continuo con la mayor cantidad posible de aire frío. Por eso los radiadores de los coches de Fórmula 1 se encuentran inclinados hacia abajo y ubicados en las grandes tomas de aire. Resultado: no es viable para ir a hacer la compra a tu supermercado de confianza.
La factura del combustible...
La reglamentación dice que un coche de Fórmula 1 no puede consumir más de 100 litros de combustible por cada hora de conducción. Por lo tanto, imagina por un solo segundo que tu coche gastase 50 litros cada media hora (aunque, para ser justos, sería a ritmo de carrera). Te pasarías la mitad de tu vida, o más, repostando en la estación de servicio.
Además, aunque cada vez es más parecido, hay diversos factores que diferencian al combustible utilizado en la Fórmula 1 del que usamos a diario. La idea es que la limpieza sea máxima, y la fricción, mínima. De esta manera, sería recomendable que después de cada trayecto un ingeniero químico probase tu coche y te diese combustible personalizado para tu motor. Inviable.
¿Durabilidad? No, gracias
A lo largo de su vida, los motores de Fórmula 1 experimentan enormes tensiones. Algunos alcanzan las 20.000 rpm, y esto equivale a un esfuerzo mecánico brutal. Los pistones pueden llegar a moverse hacia arriba y hacia abajo 300 veces en un solo segundo. Además, la presión interna en los cilindros también es muy grande.
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De esta manera, seguro que no te extraña que después de 1.000 km se encuentren extasiados. Cada componente está sometido a mucho estrés. ¿Te apetece reconstruir un motor entre seis y diez veces al año? No, ¿verdad? Pues entonces ya sabes que lo de montar un motor de Fórmula 1 en un coche de calle no es para ti.