Aunque parezca un tema relacionado con el futuro, lo cierto es que hace mucho tiempo que los coches intentan surcar el cielo y de la mano de un modelo de Ford nos encontramos con uno de estos casos. Todo empezó en un hangar del aeropuerto de Van Nuys (California) donde el experimento Aircar se transformaría en Mizar o en el Ford Pinto que voló en 1973.
Corría el año 1970 cuando Harry A. Smolinski y Harold Blake, dos ingenieros aeronáuticos, crearon Advanced Vehicle Engineers (AVE). Una empresa que nacía con un objetivo claro: diseñar, desarrollar y fabricar un coche que pudiera volar, pero también circular por la carretera. Así nació Mizar, que recibió el nombre de la cuarta estrella más brillante de la constelación de la Osa Mayor.
Así era el Mizar
El punto de partida fue una avioneta Cessna Skymaster y un Ford Pinto, un compacto elegido porque no pesaba demasiado. Para fabricar el Mizar, Harry y Harold tuvieron que hacer algunos ajustes: eliminaron la cabina y el motor delantero de la aeronave, pero conservaron las alas (que iban sobre el techo del coche) y el motor trasero que fue ubicado encima del maletero. No fueron las únicas modificaciones necesarias para combinar la Cessna Skymaster y el Ford Pinto.
El traje volador de BMW con motores eléctricos supera los 300 km/h
La pareja de ingenieros aeronáuticos hizo una serie de cambios en el sistema de dirección para colocar los alerones y añadieron pedales de timón retráctiles y los instrumentos de vuelo necesarios para tal misión. A esto añadieron un panel de chapa debajo del coche, ruedas de aluminio y neumáticos radiales, frenos de disco y una suspensión en la parte trasera que aguantase el peso de toda la estructura y el motor del avión. Por último cambiaron de sitio la batería y el depósito del Ford.
Un trágico vuelo
El objetivo es que el Mizar tuviera una velocidad de despegue de unos 100 km/h para alzar el vuelo y recorrer 1.207 kilómetros a una velocidad de 200 km/h. Para ello, el propulsor del Ford impulsaría al coche volador por la pista proporcionando un despegue más corto trabajando de forma conjunta con el motor del avión. En el aire, la mecánica del Pinto se apagaría y, gracias a las alas, el vehículo volaría. Tras el aterrizaje, la parte de la avioneta se desmontaría y sería posible conducir hasta su destino.
El problema es que la teoría no acompañó a la práctica. El 11 de septiembre de 1973 Harry y Harold quisieron probar el Mizar con el motor Lycoming de 300 CV que acababan de montar, pero la nave sufrió un accidente porque el ala derecha no fue capaz de soportar el peso y se desprendió. Smolinsky y Blake perdieron la vida intentando hacer su sueño realidad.