Desde que nació el automóvil en el último cuarto del siglo XIX, al calor de la segunda revolución industrial, la obsesión por alcanzar la velocidad más alta ha estado presente en muchos personajes ilustres (no tanto) de la historia de la automoción. Con el objetivo de establecer una nueva marca, Carlo Abarth creó a finales de los años 50 La Principessa, sobrenombre con el que se conoció al Abarth 1000 Bialbero Record Car.
Hoy, el marketing pone el foco en el tamaño de la pantalla, si un coche tiene cargador de móvil por inducción o de qué manera el conductor puede interactuar con el sistema multimedia. En otra época lejana, la velocidad servía para darse a conocer y para aumentar las ventas. Era, en definitiva, sinónimo de prestigio. Quizás, a veces, el tiempo pretérito es mejor…
La Principessa, el Abarth 1000 Bialbero diseñado para desafiar la velocidad
A finales de los 50, mientras echaba a andar las primeras instituciones europeas que, décadas más tarde, conformaron lo que hoy conocemos como Unión Europea, Carlo Abarth concibió un coche para conseguir récords y utilizarlos para darse a conocer. Con esta idea, nació el Abarth 1000 Bialbero Record Car, apodado La Principessa, es decir, la princesa (recordemos que coche es femenino en italiano: macchina).
Realizó el encargo a Carrozzeria Pininfarina, que creo una carrocería de aluminio muy aerodinámica, tanto que alcanzó un Cx de 0,20. Para ponerlo a punto, se utilizó el túnel del viento de la Universidad Politécnica de Turín. El Abarth Bialbero medía 4,56 metros de largo, 1,2 metros de alto y de 1,55 metros de ancho, y tenía un diseño realmente sorprendente para la época.
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Pero, además de una buena aerodinámica, también hacía falta un motor. De mover el Abarth se encargaba un bloque de cuatro cilindros y 1.0 litro de cilindrada capaz de desarrollar una potencia de 100 CV a 8.000 vueltas que se enviaba a las ruedas traseras a través de una caja de cambios de cuatro velocidades. Sólo un litro de cubicaje, algo que inevitablemente nos recuerda a los actuales motores de tres cilindros.
Siete récords mundiales
Con este motor, La Principessa consiguió destrozar un total de siete récords mundiales, entre los que destacaron el de viajar durante 10.000 kilómetros a una velocidad media de 191,376 km/h, o el de recorrer 72 horas sin parar a una velocidad media de 186,687 km/h. Impresionante.
Otros récords fueron las 12 horas a una velocidad media de 203,656 km/h; las 2.000 millas (3.200 kilómetros) a una media de 201,115 km/h; 24 horas seguidas a un promedio de 198,795 km/h; los 5.000 kilómetros en un promedio de 199,238 km/h; las 5.000 millas (8.000 kilómetros) a un promedio de 192,878 km/h; y 48 horas continuas con una media de 190,264 km/h.