La mayoría de los coches son fruto de su época, de sus circunstancias y de la situación en la que se encontraba tanto el mercado como la marca a la que pertenecían. Sin embargo, aunque esos sean sus orígenes, algunos de ellos consiguen trascenderlos y convertirse en algo más, algo que pone de relevancia la historia del BMW Isetta.
El BMW Isetta que ocultaba personas para cruzar el Muro de Berlín
A mediados de la década de los 50 BMW se encontraba en una situación peliaguda, al borde de la bancarrota debido al descenso de la producción de motocicletas, algo que no podía compensar con los 503 y 507, grandes vehículos que suponían una actividad subvencionada por su gran elaboración.
En dicha tesitura la marca alemana tenía un objetivo muy claro: conseguir un nuevo automóvil que no implicará entrar en unos grandes costes de desarrollo. La suerte quiso que encontrara la respuesta a sus plegarias en el Salón del Automóvil de Turín de 1954, en el stand de Iso Rivolta, que estaba presentando su Iso Isetta.
Se trataba de un microcoche de tamaño muy reducido, con forma de burbuja y una gran puerta de entrada delantera. Venía como anillo al dedo a la situación de la Bayerische Motorenwerke en aquel momento, así que se hizo inmediatamente con los derechos de licencia de Isetta y de las instalaciones de producción.
Eso sí, respecto al diseño original, la alemana llevó a cabo algunos cambios. Para empezar, desechó la idea de que fuera un triciclo y le dotó de cuatro ruedas. Además, se trabajó con el chasis y el motor de cuatro tiempos, un monocilíndrico de 250cc (heredado de la R25) que desarrollaba una potencia de 12 CV. Aunque se tratara de una cifra modesta, era suficiente para mover con soltura por ciudad al BMW Isetta que apenas pesaba 350 kilos y tenía una longitud de 2.280 mm.
Sin embargo, la firma siguió trabajando en él y para el año siguiente, 1956, presentó el BMW Isetta 300, que ampliaba la cilindrada del motor hasta los 300cc y ganaba un caballo de potencia extra. Eso sí, mantenía la velocidad máxima de 85 km/h del original.
Todo en su diseño hacía que fuera un coche bastante particular. La puerta delantera llevaba incorporados el volante y la puerta de dirección, tenía capacidad para dos adultos, llevaba el portamaletas en el exterior y su techo siempre era de tela, no por cuestión estética o de estilo, si no porque era necesaria una salida de emergencia por si se bloqueaba la única puerta que tenía.
El BMW Isetta llegó en el momento justo, algo que, sumando a su precio de sólo 2.550 marcos (unos 1.300 euros actuales), hizo que mucha gente se lo pudiera permitir, lo que le convirtió en un éxito inmediato: vendió 10.000 unidades en su primer año y durante su vida comercial (que se extendió hasta 1962) llegó a colocar en el mercado 161.728 ejemplares.