A lo largo del tiempo, el coche se ha convertido para muchos en una especie de santuario. Un lugar para reflexionar, meditar, resolver problemas, sentirse seguro e, incluso, encontrar la inspiración. Lynne Pearce y Porsche han analizado la conexión que se establece entre el conductor y su vehículo para desgranar todos los beneficios psicológicos que tiene conducir.
Lynne Pearce trabaja desde hace 30 años en la Universidad de Lancaster, labor que combina con la dirección del departamento de Humanidades del Centro de Investigación de Movilidad (CeMoRe). Hija de un mecánico, creció rodeada de autos en Cornwall aunque ahora vive en el noroeste de Escocia. En ese tiempo, ha realizado el viaje que separa ambas de forma regular.
Libera partes del cerebro
Un trayecto que la sirvió de inspiración para, en el año 2000, publicar su primer ensayo sobre automovilismo. Desde entonces ha habido más basados en los sentimientos vividos en los viajes que ha emprendido. Esa conexión especial que se establece con el coche la impulsó a profundizar en los beneficios psicológicos que tiene conducir observando la amplia gama de estados cognitivos y emocionales que se generaban.
Y es que desde los primeros días del automovilismo, los psicólogos se han interesado por el hecho de que conducir, además de ser una de las tareas cotidianas más complejas, también libera partes del cerebro para pensar de forma productiva.
Ahora se sabe que podemos trabajar con nuestros pensamientos o tener una conversación al mismo tiempo que estamos al volante porque el ejecutivo central del cerebro (el sistema de control de la atención ubicado biológicamente en las áreas frontales del cerebro) permanece alerta en todo momento y devolverá nuestra atención a la carretera en un instante cuando sea necesario. Por esta misma razón es más complicado hacer todas estas cosas cuando circulamos con malas condiciones meteorológicas, de noche o cuando cogemos un coche diferente.
La influencia de la velocidad
Lynne Pearce explica que descubrió que “los diferentes tipos de conducción inspiran y promueven distintos tipos de pensamiento. Las altas velocidades se asocian al regocijo y a la euforia asociados con la velocidad, la de crucero invita a la resolución de problemas y a la ensoñación y la más lenta invita a la comunión íntima con el mundo natural cuando, además, conducimos con las ventanas abiertas”.
A este respecto y teniendo en cuenta que es profesora de Literatura, rescata la novela ‘Según venga el juego’ (Play It as It Lays) de Joan Didion. En ella se demuestra cómo conducir por las autopistas de Los Ángeles puede ayudar a una persona que sufre angustia mental. Al ocupar una parte del cerebro, conducir nos ayuda a calmarnos y a pensar mejor. Es por eso que para muchos conductores el tiempo que pasan en el coche es el idóneo para resolver problemas.