“Cuando estaba conduciendo el E-Type, pasé a un niño de diez años que miraba por la ventana trasera de un ‘station wagon’ y vi que sus ojos me seguían. Simplemente había visto algo que quería para el resto de su vida. Él acababa de ver la velocidad de ese objeto inaccesible que está fuerza de su alcance. Porque Jaguar hace eso, ¿no? Cosas bonitas”. Tras estas palabras es el momento en el que Don Draper, protagonista de la alabada serie ‘Mad Men’, enseña el claim de su propuesta de campaña publicitaria que dice: “Jaguar, finalmente algo bonito que puedes poseer”. Estas son las palabras que han rondado por mi cabeza una y otra vez durante el tiempo que he realizado la prueba del Jaguar XE, la nueva berlina media del constructor británico de coches de lujo. Porque se trata de un vehículo bonito, con un diseño que atrae miradas, una y otra vez, y la envidia de algunos envidiosos, por qué no decirlo. Y porque se trata de un vehículo cuyo precio parte de unos ‘asequibles’ 37.000 euros.
Además, es un Jaguar en toda regla y no el intento por entrar en el segmento de las berlinas premium compactas que supuso la creación del X-Type, un Ford Mondeo disimulado con mejores materiales y ajustes pero con el mismo chasis y motores que el modelo americano.
Es la apuesta de la marca inglesa y un nuevo inicio en el segmento D. Lo cierto es que, a priori, el Jaguar XE lo tiene complicado: tiene grandes rivales, rivales casi todos ellos de origen alemán, asentados en el mercado desde hace décadas y con cifras de ventas que les respaldan. Pero el nuevo ‘felino’ tiene argumentos más que de sobra para plantarse erguido y no bajar la mirada: propulsión trasera, construcción ligera, carrocería aerodinámica, motores Ingenium…
Llega ese momento tan esperado. Tengo enfrente lo más novedoso de la casa británica, que en esta ocasión nos lo ha cedido Jaguar British Gallery, concesionario oficial situado en Barcelona. Lo analizo. Lo primero que me llama la atención es su diseño, que me recuerda gratamente al del recién lanzado Jaguar XF 2016. Este es, sin duda, un aspecto que le hace sumar puntos respecto a sus rivales. Es elegante y exhibe ligeros rasgos deportivos que se ven incrementados en el R-Sport, versión de nuestra unidad de pruebas: el Jaguar XE 2.0 i4 Diésel 180 CV-. Abro la puerta y me acomodo en sus confortables asientos. Observo la gran pantalla táctil de 8”, la consola en negro lacado y el selector de marchas escondido, que emergerá cuando pulse el botón de encendido, que se apaga y se enciende simulando los latidos de un corazón.
Quiero que ese órgano turboalimentado de inyección directa y cuatro cilindros empiece a bombear gasóleo. Enciendo el 2.0 de 180 CV, el más potente de la gama –existe uno de 163 CV- y me llama la atención el ruido del motor, cómo se filtra su traqueteo al habitáculo y cómo las vibraciones se reproducen en el túnel de transmisión. En marcha sigue murmurando, pero pronto pasa a un segundo plano tras descubrir su suavidad. Y qué bien funciona con el rápido cambio automático de ocho relaciones fabricado por ZF; nada de tirones bruscos. Piso el acelerador y la respuesta de este motor es muy buena. No da la impresión de rendir 180 CV, pero aun así son suficientes para mover el coche con soltura. Pongo el selector en modo ‘Dynamic’ –tiene tres más: ‘Invernal’, ‘Eco’ y ‘Normal’-, momento en el que el cuadro de instrumentos cambia la iluminación a color rojo, y noto como la dirección, que es eléctrica –el primer modelo de Jaguar que la incorpora- se vuelve más dura, algo que agradezco porque en modo ‘Normal’, para mi gusto, es demasiado blanda. Asimismo, el acelerador tiene una respuesta más rápida y las transiciones entre marchas las realiza de forma más veloz. Durante el recorrido de la prueba, el consumo medio se situó en 5,9 l/100 km, una cifra bastante buena pero lejana de los 4,3 que anuncia el fabricante.
Jaguar ha empleado cuatro años en el desarrollo del XE. Gran parte de ese tiempo lo ha empleado en crear su chasis monocasco, que contiene más de un 75% de aluminio. Su ligera estructura junto con el equipo de suspensión independiente -la delantera está basada en la de F-Type y la trasera, denominada Integral Link, ofrece mayor rigidez lateral y longitudinal- y un reparto de pesos perfecto (50/50) hacen que el Jaguar XE 2.0 i4 Diésel 180 CV en la prueba afronte las curvas de forma aplomada. Eso sí, está un nivel inferior respecto a sus rivales en lo que a deportividad se refiere, pero recuerda que Jaguar ha buscado el máximo confort, porque para afrontar un puerto de montaña existe la variante S, con motor 3.0 de 340 CV y una configuración más dinámica.
A pesar de tener una longitud de 4,67 metros, el Jaguar XE no puede presumir de tener un habitáculo amplio. El conductor cuenta con un espacio muy desahogado y una posición de conducción perfecta gracias a los múltiples reglajes del asiento. No ocurre los mismo en las plazas posteriores, donde el espacio para las piernas es justo y la plaza central, estrecha y sin hueco para los pies debido al túnel de transmisión; si quieres que los tres pasajeros de atrás vayan cómodos debes decantarte por el XF.
El maletero tampoco es su punto fuerte, puesto que cubica 450 litros. Asimismo, la suspensión trasera hace que el piso tenga formas irregulares, por lo que, debido a los escalones, no es fácil acomodar maletas de gran tamaño.
Tras la prueba del Jaguar XE 2.0 i4 Diésel 180 CV puedo asegurar que la compañía británica ha vuelto al segmento de las berlinas compactas como lo hizo con el Mark I, por todo lo alto. Destaca por su diseño, sus acabados, su comodidad a bordo, la alta tecnología que incorpora y su precio de partida, aunque se incrementa fácilmente al añadir extras o al optar por el acabado R Sport de nuestra unidad. Lástima que peque de falta de espacio en las plazas traseras y el maletero. ¡Temblad alemanes, temblad!
A destacar | A mejorar |
Diseño | Sonido del motor alto |
Comodidad | Espacio plazas traseras |
Percepción interior | Maletero |
Fotos: Raúl Salinas