Dicen del Dakar que, además de ser el rally raid más famoso del mundo, es la carrera más dura y extrema. La primera vez que se escucharon los motores en ella fue en 1976 llevando a los corredores desde alguna ciudad de Europa hasta Dakar, la capital de Senegal. En 1990 partió desde París y hasta ese año vamos a viajar para conocer la historia de Philippe Wambergue, el piloto que pasó de manejar un Peugeot 205 a pilotar el Concorde.

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Aquel año, tal y como cuentan JAS y la publicación francesa Autohebdo, Peugeot participaba en el Dakar con cuatro coches: un par de Peugeot 405 T16 Grand Raid y otros tantos Peugeot 205 T16 Grand Raid. Lo cierto es que aquella ofensiva fue una puesta de éxito puesto que coparon los tres primeros puestos con Ari Vatanen y Bruno Berglund en lo más alto del podio. La única pareja que no subió a los escalones de honor fue la formada por Philippe Wambergue-Jean da Silva.

Cómo volver a casa

Ocuparon el 12º puesto del Dakar debido a varios problemas, pero Wambergue saldó su participación en la cita con cuatro victorias de etapa: fue el piloto que más triunfos consiguió por detrás de Vatanen. El último de ellos llegó en la última etapa, una jornada en la que pudo lucirse bajo la atenta mirada de su mujer: aunque estaba embarazada y salía de cuentas a finales de enero, no quiso perderse la cita.

Philippe Wambergue

Para ello viajó hasta Senegal en un Concorde de Air France y para estar en el continente africano cuando el Dakar terminase: algo que ocurrió el 16 de enero en el Lago Rosa, ubicado a 35 kilómetros de la capital. Con las maletas hechas y el bebé a punto de llegar, Philippe intentó volver a casa con su mujer… sin embargo las cien plazas del vuelo del Concorde estaban ocupadas. A pesar de ello, Wambergue consiguió que el piloto del avión se comprometiera a darle una alternativa.

Del Dakar al Concorde

Así las cosas, el piloto francés se trasladó al aeropuerto con todo el equipo Peugeot-Camel para coger su vuelo regular y mientras esperaba su nombre sonó por los altavoces: le estaban llamando para que embarcase en el Concorde. Se dirigió hasta la puerta correspondiente, donde le recibieron al mismo tiempo que descubría cuál era el asiento que le habían asignado.

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Philippe Wambergue viajaría una pequeña silla ubicada dentro de la cabina de vuelo. En mitad del viaje, el comandante le preguntó que si le gustaría pilotar el Concorde. La pregunta no se la tuvieron que repetir porque la respuesta era obvia: se sentó en el asiento y aunque el avión iba en piloto automático, el francés tuvo el honor de volar el supersónico avión. Quién iba a decir a Wambergue que pasaría de manejar un Peugeot 205 a pilotar el Concorde.

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