Acababa de estrenarse la década de los 70 cuando, en el Salón del Automóvil de Tokio, se presentó un prototipo que sorprendió al mundo y se adelantó en muchas cosas a los superdeportivos de décadas siguientes. El Mazda RX500 es hoy poco conocido, pero entonces, meses antes de que el Lamborghini Countach se mostrara en público por primera vez, acaparó portadas. Y no es para menos. Su diseño futurista, sacado de la era espacial, y su motor rotativo le valen un puesto de honor en la historia. Este último alcanzaba unas extraordinarias 15.000 rpm. Más que los coches de carreras de la época.
Para este momento, Mazda llevaba ya una década trabajando con este tipo de propulsores. Por eso, quería un coche de altas prestaciones en el que poder demostrar todo su potencial. Así nació el RX500, que equipaba un Wankel 10A de doble rotor y 250 CV colocado en posición central, directamente sobre el eje trasero. Con una carrocería de plástico reforzada con fibra de vidrio, pesaba solo 850 kg, por lo que la relación peso-potencia era de 3,4 kg/CV. En este sentido, fue un precursor de aquel 787B con el que Mazda acabaría ganando Las 24 Horas de Le Mans en 1991.
Sin embargo, lo que capturó las mentes de los espectadores (y no era para menos) fue su estética, que llevaba la firma de Shigenori Fukuda. Y aunque este, que luego fue director de Diseño de la marca, siempre se reconoció inspirado por Bertone (y por '2001: una odisea del espacio'), se trata de un coche creado desde cero por él.
Su forma de cuña, sus puertas de tijera, su parabrisas envolvente o los retrovisores con forma de sensor le daban un aspecto sacado de los cómics de ciencia-ficción. Y luego estaba la trasera, con su caída recta que dejaba ver el motor a través de una especie de rejilla, enmarcado por una cascada de luces, con dos escapes cuadrados y una gran banda roja en la que se podía leer 'Powered by Rotary'. Desde este ángulo, parecía a punto de echar a volar.
Mazda 626 MPS (2000): el prototipo V6 biturbo que dio sentido a las siglas MPS
La cascada de luces, por cierto, era una importante innovación en seguridad. Indicaban si el coche estaba acelerando, iba a una velocidad constante o frenaba, según se encendieran las verdes, las amarillas o las rojas. De estas últimas había seis, que se encendían progresivamente, en función de la intensidad de la frenada. El sistema no llegó a imponerse en modelos posteriores, pero se adelantó, por ejemplo, a las luces de freno adaptativas.
En una época de grandes innovaciones y grandes ilusiones como los inicios de la década de 1970, llegó incluso a considerarse fabricar el Mazda RX500 en serie, como sucesor del Cosmo Sport. Pero, con la Crisis del Petróleo de 1973, la idea se abandonó. Así, solo llegó a crearse una unidad, aquel prototipo de 1970. A pesar de ello, mucha gente creía que había más de uno, porque se lo vio en verde, amarillo y plateado. Sin embargo, en Mazda aclaran que fueron capas de pinturas sucesivas. El único existente se encuentra en su Numaji Transportation Museum, en la ciudad de Hiroshima.
Matchbox incluyó al Mazda RX500 en su serie ‘Superfast programme’
Eso sí, hubo muchos más... pero en forma de juguete. Porque, dada la popularidad inicial del prototipo, la casa británica Matchbox incluyó al Mazda RX500 en su serie 'Superfast programme', que había creado en respuesta a la aparición de los 'Hot Wheels' de Mattel. Y esa versión, al contrario que la de tamaño real, se convirtió en un superventas a todo lo largo de los años 70. Un final tan sorprendente como lleno de justicia poética para la historia de un superdeportivo más digno de la mente de un niño que a la vida real.