La historia de la Volkswagen Transporter es tan larga que da cabida a creaciones de lo más peculiares. Actualmente los focos están en el Buzz, su primera entrega eléctrica, pero Volkswagen Classic Vehicles (VWCV) ha traído de vuelto una de las mayores rarezas de la trayectoria del modelo: el Half-track Fox, la Volkswagen T1 con cuatro ejes y orugas.
El ejemplar nació en 1962 como una T1 convencional, pero, tras un breve periodo de tiempo, acabó en manos de Kurt Kretzner, un mecánico vietnamita de Volkswagen muy habilidoso, que llevó a cabo una transformación total.
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La parte superior se mantuvo casi intacta, pero es en la inferior donde se concentra lo importante. En la zona delantera instalado un doble eje direccional, cada uno con dos ruedas dobles de 14 pulgadas. En la trasera repitió el formato de doble eje, aunque en este caso con llantas de 13 pulgadas montadas sobre orugas, en una construcción de diseño propio. La guinda la ponía un diferencial de deslizamiento limitado trasero.
Con una configuración así la tracción estaba asegurada incluso al rodar en las circunstancias más adversas como, por ejemplo, nieve profunda. Además, también era un vehículo muy móvil y tenía un círculo de giro de 10 metros.
Eso sí, por lo que respecta al motor, se mantuvo el bloque de serie, un 1.2 que solo desarrollaba 34 CV de potencia. Esto, sumado al peso adicional y la presencia de las orugas, hacía que solo pudiera alcanzar una velocidad punta de 35 km/h.
En realidad se llegaron a fabricar dos ejemplares del Half-track Fox, en un periodo que se extendió hasta 1968, puesto que cuando el tercero iba a empezar a hacerse, cesó la producción. Sin embargo, no se conoce que fue de la segunda, solo se sabe el destino de esta unidad restaurada, que llegó a VWCV en 2018 y cuyo proceso para devolverla a su estado de forma óptimo ha supuesto casi cuatro años de trabajo.
