Corría el año 1972 y Porsche se encontraba en un renovación de su directiva. Las familias Porsche y Piech habían abandonado el control directo de la empresa y Ernst Fuhrmann se acababa de hacer con la presidencia de la misma. Por entonces, Helmut Bott, jefe de proyectos, había redactado un informe en el que daba razones justificadas por las que Porsche podría fabricar en breve un coche con motor refrigerado por agua y montado en la parte delantera, y como parte de la renovación, el propio Fuhrmann dio el permiso para proyectar un vehículo totalmente nuevo en base al informe de Bott.

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La llegada en 1977 -tras cinco años de desarrollo y cambios en el mecánica debido a la guerra árabe-israelí que elevó el precio del petróleo- del Porsche 928, un 2+2 plazas con motor V8 delantero y caja de cambios trasera, no hizo más que confirmar la nueva tendencia de fabricación que Fuhrmann pretendía introducir en sus vehículos. El motor del 928 sufrió cambios a lo largo de los quince años que estuvo en el mercado, pasando la cilindrada de su V8 de 4,5 a 4,7, a 5,0 y finalmente a 5,4 litros, mientras que su potencia no hizo nada más que crecer, partiendo de 240 CV y terminando en los 340 CV de la versión 928 GTS.

Por debajo de este poderoso GT se encontraba el Porsche 944. Fue presentado en 1981 como el sustituto del 924, un concepto de vehículo con un precio inferior al 911 pero que los clientes podrían identificar como un auténtico Porsche. Su motor, de nuevo, quedaba lejos del diseño de seis pistones opuestos refrigerados por aire del 911, siendo equipado con un cuatro cilindros en línea de 2,5 litros y 163 CV. Las altas prestaciones heredadas del pedigrí de carreras que los modelos anteriores de la casa de Stuttgart habían logrado fue borrada de un plumazo.

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Con estos dos modelos en el mercado como fruto de la propia filosofía a favor de Ernst Fuhrmann, el Porsche 911 -historia- quedaba fuera de los planes de futuro del presidente de la compañía. Ferry Porsche, hijo del fundador Ferdinand Porsche, no secundaba la filosofía de Fuhrmann, pero la premisa de reestructuración de la empresa había sido que la nueva dirección gozaría de pleno derecho a desarrollar sus propias ideas, por lo que la opinión de Ferry no contaba por aquél entonces.

El Porsche 911 930 quedó relegado de la forma más absoluta creyéndose que desaparecería para siempre en favor del 928 y 944. La demanda por parte de los clientes de Porsche de más unidades del 911 impidieron que esto ocurriera. Pese a la demanda, desde su presentación en 1974, la compañía solo había introducido cambios en la serie 911 con la presentación en 1982 de la versión cabriolé y en 1978 con la versión Turbo y 911 SC.

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Pero la causa primordial por la que a día de hoy podamos disfrutar de la séptima generación del Porsche 911 fue la aparición del ‘estudio del proyecto’ del Grupo B -el futuro 959- en 1983, y el nuevo cambio en la presidencia de la empresa, con la llegada de Peter Schutz como sustituto de Fuhrmann. Schutz era un entusiasta enamorado del 911 que, naturalmente, contó desde el principio con el apoyo de Ferry Porsche. En 1983 apareció el 911 Carrera 3.2, un modelo estéticamente idéntico al 911 930 -incluyendo su mítico alerón de cola de ballena-, pero con una mecánica renovada basada en el 3,0 litros del 911 Turbo pero mejorado para alcanzar los 3,2 litros y 231 CV con un consumo más contenido.

Gracias a esta nueva variante que permitía la personalización con componentes de otras variantes, ya fueran la carrocería estilo Turbo con ruedas y aletas anchas, la suspensión mejorada de esta o frenos cruzados y perforados, el Carrera 3.2 situó las ventas del 911 en niveles muy altos y quedó lejos de estar desfasado, hasta su sustitución en 1988 por el Carrera 2.

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