Como si de un videojuego o una película se tratara, cada fin de semana jóvenes asturianos se reúnen en el barrio más rico de Gijón para poner en práctica sus habilidades al volante y las últimas modificaciones efectuadas en sus ya potentes coches. Las carreras ilegales en Asturias preocupan a las autoridades locales, mientras que los participantes que hacen de esta actividad una costumbre, reclaman que es la zona de España con mayor afición por las carreras.
Los conductores clandestinos se reúnen en Somió, el barrio más caro de Gijón, una zona residencial de chalets construidos en torno a la montaña del Infanzón. El sinuoso trazado, una carretera estrecha con muchas curvas, le convierte en el lugar ideal para emular un rally. Es tal la obsesión de estos jóvenes por las carreras (y por esta carretera) que llegaron a pintar el asfalto como si se tratara de un circuito, con los pianos y la línea de meta incluido.
Aquí tienes un ejemplo de la tradición por las carreras en la zona del Alto del Infanzon, en Asturias:
'La Curvona' es una zona de la carretera situada en mitad del Alto del Infanzón. Se trata de dos curvas seguidas en sentidos opuestos en una carretera estrecha de doble sentido, una chicane de no más de 20 metros de longitud y 8 de ancho, sin quitamiedos y con un precipicio como límite. Alcanzando velocidades de entre 120 y 130 km/h, un Peugeot 206 terminó en el fondo del barranco el verano pasado por culpa de esta curva y el exceso de velocidad.
Pero no solo en esta zona es donde los corredores ilegales se enfrentan por el honor de ser los más rápidos del lugar, sino que existe un polígono industrial con una recta de casi dos kilómetros, de rotonda a rotonda, donde los jóvenes también realizan carreras. El polígono está dividido en dos por una autovía, y desde el puente que lo sobrepasa, los espectadores se agolpan sobre la valla para ser testigos de las temerarias maniobras. En este punto es donde se montó el dispositivo policial que acabó con detenciones tras ser avisados por un vigilante jurado del polígono.
Los vecinos de la zona tienen miedo de estas carreras clandestinas, temen por su seguridad y la de sus allegados, ya que en muchas ocasiones los tramos utilizados para competir pasan por las mismas puertas de sus casas. Cuenta un agente de la Guardia Civil el caso de un vecino que no es tan diplomático: "Hay un hombre que vive en una casa ubicada en una curva. Está harto de soportar las pasadas de estos pilotos y la solución que ha encontrado es verter aceite en el asfalto, a ver si escarmientan. Eso tampoco es".
Ciclistas y peregrinos del Camino de Santiago también muestran su descontento con la situación: "No deja de ser una carretera de montaña, estrecha y con poca visibilidad. Más de una vez he tenido que pararme para que un coche no me arrolle. Y yo no tengo chasis, Si me dan me matan", cuenta un ciclista.
Fuente: El Español