¡Que se aparte todo el mundo!
Lo que para la mayoría de gente puede ser algo normal y cívico, como es el pararse para dejar que una persona circule por un paso de peatones, en Pekín no es así. Allí los coches tienen total y absoluta preferencia sobre las personas, en cualquier circunstancia. Eso sí, es una ley no escrita. ¿La consecuencia? Anualmente se producen miles de atropellos. De locos.