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La historia del Olympus 593, el motor Rolls-Royce que consumía 25.627 litros de fuel a la hora y que impulsaba el Condorde

Entre 1976 y 2003, surcó los cielos del planeta uno de los aviones más espectaculares que ha desarrollado la industria aeronáutica. Hablamos del Concorde, el avión supersónico de pasajeros, de fabricación anglo-francesa, propulsado por turborreactores capaces de alcanzar los 2.180 km/h, el doble de la velocidad del sonido. Esta es la historia del Olympus 593, el motor Rolls-Royce que impulsaba el Condorde.

La vinculación de Rolls-Royce con los aviones viene de mucho tiempo atrás. Ya en la Primera Guerra Mundial, la compañía británica fabricó el Rolls-Royce Eagle, introducido en 1915 para los cazas de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña. El desarrollo del Concorde empezó en 1966 con los primeros prototipos, con la colaboración conjunta de Sud Aviation (posteriormente Aérospatiale) y la British Aircraft Corporation, en virtud de un tratado entre ambos países.

El Concorde voló por primera vez en 1969, entró en servicio en 1976 y funcionó durante 27 años, hasta su retirada en octubre de 2003. Junto con el Tupolev TU-144 soviético, que operó hasta finales de los 70, han sido los dos únicos aviones supersónicos a nivel comercial. Y el motor del Concorde era el turborreactor Rolls-Royce/Snecma Olympus 593.

El motor Olympus 593 de Rolls-Royce que impulsaba el Condorde

El motor Rolls-Royce del Concorde era un turborreactor con recalentamiento de fabricación anglo-francesa. Inicialmente, fue un proyecto conjunto entre Bristol Siddeley Engines Limited y Snecma que se derivó del motor Bristol Siddeley Olympus 22R. En 1966, Rolls-Royce adquirió Bristol Siddeley Engines Limited durante el desarrollo del motor y la convirtió en la división de motores Bristol de Rolls-Royce.

El diseño inicial partió de la versión civil del Olympus 22R, un motor que había sido creado para un vuelo sostenido, y fue rediseñado como 591. Más tarde, el 1 de enero de 1964, recibió una nueva especificación y pasó a llamarse 593. Bristol Siddeley se encargó del desarrollo del motor y los accesorios, mientras que British Aircraft Corporation fue responsable de la admisión variable y la instalación de la propulsión y Snecma de la boquilla de escape, el inversor de empuje, la atenuación del ruido y el recalentamiento.

Durante todo el tiempo en que estuvo operando el Concorde, el Olympus fue el único turborreactor con recalentamiento que impulsaba un avión comercial. La eficiencia térmica general del motor en vuelo de crucero supersónico era de aproximadamente 43%, la cifra más alta registrada para cualquier máquina termodinámica en aquel momento. El Reino Unido tuvo una mayor participación en la producción del Olympus 593 y Francia tuvo mayor peso en la producción de fuselajes.

Primera prueba

El Olympus 593B se probó por primera vez en noviembre de 1965. La letra ‘B’ se refería a Big (grande), para diferenciarlo del 593D, que hacía referencia a la versión derivada del Olympus 22R y que se pensó para un diseño anterior de un Concorde más pequeño. Más adelante se eliminó la letra B del nombre, quedando como Olympus 593.

En 1966, se ejecutó un motor Olympus 593 completo y un conjunto de escape de geometría variable. Para las pruebas de vuelo, en Bristol, se utilizó un bombardero RAF Avro Vulcan, pero, debido a sus limitaciones, la velocidad se limitó 1.200 km/h. el motor fue capaz de alcanzar los 157 Kn (kilonewton). El 2 de marzo de 1969, el prototipo 001 del Concorde realizó su primer vuelo desde Toulouse, Francia, pilotado por André Turcat, piloto de pruebas jefe de Sud Aviation.

Dos veces la velocidad del sonido

El motor Olympus 593 del Concorde producía un máximo de 169,3 Kn y consumía 25.627 litros de fuel a la hora. Una vez alcanzada la altitud de crucero, el avión podía mantener una velocidad de 2.170 km/h, dos veces la velocidad del sonido, sin hacer uso de los recalentadores.

Eduard Marmet (Wikimedia Commons)

El Concorde dejó de operar en octubre de 2003, tres años después del trágico accidente del vuelo 4590 de Air France, que despegó el 25 de julio de 2000 del aeropuerto París-Charles de Gaulle con destino a Nueva York, en el que murieron 133 personas, entre pasajeros y tripulación, al estrellarse minutos después de despegar. A esto hay que sumar el declive de la aviación comercial después de los atentados de la Torres Gemelas de 2001 y el fin del mantenimiento del Concorde por parte de Airbus.

Álvaro Escobar

"Licenciado en periodismo y apasionado del motor, especialmente, de los coches clásicos. Me gustan los cambios manuales, los cuadros analógicos, los botones en el salpicadero, los faros halógenos y los motores atmosféricos. O sea, me gusta conducir".

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