La historia de los radares en España

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Su origen es algo incierto hasta el día de hoy, pero los radares surgieron justo en ese momento en el que el coche pasó a ser un objeto deseado y accesible para todos, por lo que comenzó a aumentar el número de vehículos en nuestras carreteras (incluidas las motocicletas que hasta entonces representaba la mayor parte de nuestro parque móvil), la siniestralidad y las medidas para paliarla, entre las que se encontraban los radares de velocidad.

La historia de los radares en España se remonta a marzo de 1970, en las dos grandes capitales de nuestro país, Madrid y Barcelona. El tercer mes de ese año entran en funcionamiento dos unidades, que llegarían a ser cerca de 40 al finalizar los doce meses, y estaban limitados a 150 km/h, una cifra que hoy parece superable por el 99% de vehículos, pero que entonces difícilmente se podía superar, ya fueran por la potencia de los coches o por las propias carreteras.

Los dispositivos de control de velocidad los componían un radar y un fotocontrol sincronizados. Gracias al primero, se podía averiguar la velocidad, mientras que el segundo proporcionaba una fotografía de la infracción, que permitía conocer la fecha exacta, la hora y la velocidad a la que se circulaba. Estas unidades, como apreciarás en las imágenes, eran arcaicos diseños de lo que son actualmente, y estaban equipados en SEAT 124.

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Esta puede que sea una de las primeras multas que se impusieron en nuestro país por exceso de velocidad y, por supuesto, representa un pedazo de la historia de los radares en España. La fotografía fue realizada en marzo de 1970 en el túnel de Guadarrama, donde se aprecia que la velocidad es superior a los 50 km/h. La fotografía se tomó de frente y, como explica esta imagen, se decidió cambiar la toma de las fotos por la de la parte trasera del vehículo, con la intención de evitar cualquier controversia causada por quién o quiénes viajaban en el vehículo.

Esta segunda imagen pertenece al 21 de enero de 1973, en la provincia de Sevilla, concretamente en la antigua N-630. Un Renault R8 es cazado superando en 15 km/h el límite de velocidad establecido (50 km/h). La multa fue de 250 pesetas, y en la imagen podemos ver cómo era la fotografía que llegaba a casa del infractor, con la localización, la fecha y el límite escrito a mano, mientras se añadía un reloj analógico y la correspondiente estampa. Derrocha nostalgia.

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Los años venideros expresan un crecimiento exponencial tanto de los vehículos como de los radares. Nuevas medidas y componentes hacen crecer al automóvil que hasta entonces se conocía, ya fuera por los sistemas de aire acondicionado o las medidas de seguridad como el ABS y la dirección asistida. Además, estas tecnologías comenzaban a encontrarse al alcance de todos ya que España experimentó un crecimiento económico que permitió a multitud de familias acceder a su primer vehículo o renovar sus obsoletos coches.

La década de 1990 experimentó un crecimiento descontrolado de la siniestralidad en carretera, alcanzándose picos históricos de personas fallecidas en España. A consecuencia de ello, la DGT cambió drásticamente su política, pasando a actuar de la forma que lo ha hecho estos últimos años: culpabilizando al conductor e introduciendo medidas sancionadoras más severas para los infractores.

Y es esto lo que nos traslada hasta nuestros días, donde contamos con medidas y sistemas de control y sanción de diversos tipos. Estos son los radares fijos, cada vez más modernos y capaces de multar a varios carriles a la vez; radares de tramo, que calculan la velocidad mantenida desde punto a otro de medición; radares móviles, radares en los semáforos y en los helicópteros, con el archiconocido Pegasus, el precursor mundial de los radares voladores.

Fuente e imágenes: Drive Smart

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